Juego de niños: Mamotretos
Conozco a una doctora en Filología Hispánica para la que terminar de leer El Quijote sigue siendo un proyecto vital. Tiene otros muchos. Hacer el Camino de Santiago. Abir una panadería-floristería. Encontrar la iluminación, o al menos una lámpara de noche que le quede bien en la mesilla. Y así.
Pero a lo que iba. El otro día se me partió una escalera y mi amiga me prestó su ejemplar del libro de Cervantes a modo de apaño in extremis. Y es que los libros gordos vienen muy bien para calzar muebles. Las grandes obras de la literatura universal, las grandes de verdad, son de lo más útil. Estamos en plena era del reciclaje ¿no? Seguro que, con los tiempos que corren, el mismo Marcel Proust no perdería ni un minuto en echar mano de su propio tochazo. En busca del tiempo perdido es uno de los libracos de la literatura de todos los tiempos. Contiene además algunas de las frases más largas convertidas en oro escrito o monserga plúmbea, según los gustos. Porque los hay que tienen alergia a las oraciones subordinadas. Ellos se lo pierden. Aquel parisino asténico fue capaz de evocar su vida entera a partir de la degustación de una magdalena. ¿Quién no tiene una magdalena, una napolitana o tal vez un chorizo de Pamplona que le transporte en el tiempo? Pues el que no lo tenga, que lo busque. Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com |
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