Debajo de la palmera: Aquellos 59»
Con motivo del 31 aniversario de la aprobación de la Constitución española, me invitaron al programa de TVE 59″, que lo dirigía la muy guapa María Casado. Teníamos ese día votaciones mil en el Senado con la ley llamada Ómnibus y llegué con una hora de retraso, cuando Santiago Carrillo, Enrique Barón, Oscar Alzaga, Soledad Becerril y Josep López de Lerma posaban para la foto de grupo. Al fondo estaba un público en semipenumbra que observaba atento, aquella escenificación.
Hacía tiempo no le veía a Enrique Barón, aquel ministro de Transportes que tuvo que dimitir tras un accidente aéreo en Barajas. Entonces la gente dimitía. Luego fue Presidente del Parlamento Europeo y ahora, me dijo, está en el inventario de aquella casa y le tratan bien. Soledad Becerril fue la primera ministra mujer de la transición con Calvo Sotelo. Santiago Carrillo, con 95 años, incombustible, lo contrario de sus cigarrillos, le vi entonces más torpe al andar y diciéndole a la presentadora que le nombrara para saber cuando era su turno pues había perdido vista. López de Lerma, fue de CIU, ahora sé que está en el bufete de Roca, terminó derecho, fue portavoz parlamentario del Grupo catalán, y está enfrentado con su antiguo partido y, finalmente, Oscar Alzaga, de aquella UCD que todos dinamitaron, entre ellos él. Buen aspecto, buen profesor de derecho constitucional, participó en la negociación del estatuto vasco. Su suegro era del PNV y hombre activo de la extraterritorial de Madrid, el bueno de Eulogio Ruiz de Angoitia de Elorrio, un abertzale fantástico descrito por su yerno como «un hombre muy interesante». Me imagino que en su casa hablarían de todo, menos de política. Acudí a su funeral en Urnieta de donde era su mujer. Todo fue políticamente correcto. No les gustó que les dijera que aquel café para todos quedara en achicoria para todos y sin resolver las tres demandas del inicio de la transición: Catalunya, Euzkadi y Galicia. Puse el ejemplo de Madrid. Le pregunté a Oscar Alzaga si alguien hubiera pensado en 1978 que Madrid iba a ser una Comunidad Autónoma con himno, bandera y parlamento. Me contestó que a Madrid en Castilla no la querían y por eso tuvo que ser así. Becerril me salió que lo que no se podía tolerar eran privilegios para nadie y que Andalucía expresó inmediatamente su demanda. Le dije que fue puro oportunismo político. González nos había dicho que Sevilla no se podía ver con las provincias limítrofes, y así todas y que no había el menor sentimiento de Comunidad pues Andalucía era por sobre todo España y que con una Mancomunidad de Diputaciones, el asunto se resolvía. Ahora bien, cuando le vieron a la UCD débil, tras aquel referéndum en el que Almería dijo no y tuvieron que hacer malabarismos e ingenierías constitucionales para salvar aquel bache inesperado, se inventaron la equiparación, homogeneizaron el proceso, se les quitó a las comunidades históricas su perfil propio singular, y todos con alpargatas. No se resolvió una demanda y se crearon 17 problemas. Esto hoy no tiene solución. A Enrique Barón eso no le gustó, y habló de laicidad, de la amnistía y de que en España no había habido en aquellos años exiliados políticos. “Eso es lo malo”, pensé. Todos los criminales, asesinos y ladrones de la dictadura fueron reconvertidos en demócratas y hoy, muchos de ellos nos dan clase de moral y buenas costumbres. No hubo un juicio de Núremberg y así nos ha ido. Y se habló de Suárez. Yo les recordé que la revista Euzkadi le dio un premio cuando nadie le quería, pero que la transición no la hizo ni el rey, ni Suárez, sino el pueblo en la calle, argumento que contradijo López Lerma diciendo que los hombres claves habían sido el rey, Suárez y Torcuato Fernández Miranda. Confieso que este argumento me dejó perplejo, dicho por un nacionalista. Uno argumentó que Suárez se había entrenado desmontando el Consejo Nacional del Movimiento, mientras otros valoraban la valentía de Suárez al legalizar el Partido Comunista. Les recordé el trabajo de Carrillo, allí presente, que ahí estaba forzando la situación con sus viajes al interior y con su peluca. Alzaga de UCD, no alabó a Suárez. Me llamó la atención. Y se habló del rey. Les dije que no se había refrendado la monarquía de forma exenta sino dentro del paquete constitucional, a diferencia de Bélgica e Italia. El resto todo fueron loas hacia la «monarquía del Movimiento”. Alzaga dijo que no veía en Estados Unidos ni en Francia una monarquía pero aquí sí. No sé por qué. Y les saqué algo que no les gustó, y fue la evidencia de que aquí no había habido ruptura sino una mera reforma. Uno me contestó que la operación Suárez tenía todos los elementos de la ruptura. Al hablar de la Iglesia les hablé de la Carta Colectiva y de la Cruzada, y del Obispo Añoveros pero todo se quedó en la homilía de Tarancón en Los Jerónimos. En aquel año 1978 se había cambiado la edad para votar de 21 a 18 años, había nacido el primer bebé probeta, y en Euzkadi teníamos el Consejo General Vasco con Rubial al frente. También un ejército que lo seguía todo, a pesar de que Alzaga dijera que no había habido la menor presión militar en la génesis constitucional. En definitiva una Constitución que reconocía Derechos y Libertades, pero que no logró encajar lo vasco, lo catalán y lo gallego bajo el paraguas estatal para que estos pueblos se sintieran cómodos. Finalmente Enrique Barón, al hablar de la monarquía, dijo que su partido era republicano de corazón y juancarlista de razón. Carrillo se le rió cuando éste dijo que había habido un gran debate en el seno del PSOE sobre este asunto. Le dijo que de eso nada. Y ahí quedó la cosa, tras aportar un comentario sobre lo mejor y lo peor del año. Al irme, un señor en el pasillo, solo uno, me dijo que siguiéramos en lo nuestro. De los ponentes constitucionales han muerto Carrillo, Fraga, Solé Tura y Cisneros y dicen ahora que hay que cambiar la Constitución. No lo veremos. Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
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