Juego de niños: Reciclaje
Para Julio Cortázar un paraguas roto y abandonado a su suerte era una de las cosas más tristes que pueden encontrarse. Y tenía razón. A cualquiera se le parte el alma cuando, tras del agua y del viento, las papeleras de la calle se llenan de esos despojos. De modo que Oliveira y la Maga, los protagonistas de Rayuela, se afanan en dar un final digno al paraguas de ella. Así empieza la novela de Cortázar, claro que con París como escenario y la genialidad del argentino hasta el entierro de un paraguas tiene su aquel.
Mi amiga conoció a una diseñadora que confecciona ropa con tela de paraguas rotos. Esto es pura misericordia, aparte de mucha creatividad. Un día le llevó su colección de paraguas estropeados, además de unos cuantos que encontró tirados tras una tormenta. Se sintió reconfortada imaginando una nueva y digna vida para ellos. Sin embargo, no quería pensar en el destino de aquellas varillas y aquellos mangos, aquellos resortes sin utilidad ni vida. Buscó consuelo en la idea de que la tela es como el alma reencarnada y el armazón aquello más denso que ha de fenecer. Pero aún así tuvo pesadillas durante varias noches. Desde entonces, para la lluvia sólo utiliza impermeables. Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com |
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