abril 27, 2015

Gora Euskadi: Peligro amarillo

Empezó como algo que sucedía en otras latitudes. No nos era del todo ajeno. Habíamos oído hablar de él, e incluso convivíamos con él, en pequeñas dosis. Al principio hacía gracia. Pero como dice el refrán, acuñado por quienes aplaudieron que Antena 3 comprara los derechos de El Príncipe de Bel Air y Los Simpsons, lo poco gusta y lo mucho cansa. Poco a poco, el fenómeno se ha ido extendiendo. Ahora ya es demasiado tarde, no hay escapatoria, nos rodea, y su inquina maquiavélica amenaza con traernos la perdición. Hablo del amarillismo en prensa, obviamente.

Quienes me llamen alarmista tal vez no hayan reparado en el titular con que EL CORREO nos obsequiaba el miércoles 18 de marzo. “Comerciantes chinos acaparan Autonomía y desplazan a los negocios de toda la vida”. A su lado, las palabras de Javier Maroto sobre los inmigrantes parecen sacadas de un disco de Manu Chao. Después de leerlo uno todavía se pregunta cómo es que nadie ha llamado al Equipo A. El tufillo que desprende todo el artículo, entre la condescendencia y un velado desprecio racial (¿he dicho desprecio racial? Quería decir desencuentro sociocultural) queda de manifiesto en la elección de las palabras. La psicolingüística, que es muy puñetera. Porque, ¿qué diantre significa “acaparar”? Según la Real Academia de la Lengua, “adquirir y retener cosas propias del comercio en cantidad superior a la normal, previniendo su escasez o encarecimiento”. Es decir, que se acusa a los chinos de montar negocios aprovechando que hay lonjas vacías y oportunidad de negocio. Qué cabrones. Con el rollo pop-art decadentista que le dan a la ciudad los carteles de “Se vende” y “Se alquila”.Si el artículo principal abre la herida, el suelto de la página contigua mete el dedo (cuando trata el asunto de abrir en domingo) y la columna del cachondo de Zarracina echa la sal. La titula “Larga Marcha”, con una descacharrante exhibición de finísimo humor que haría sonrojar a Los Morancos (si Los Morancos estuvieran puestos en estudios marxistas sobre el atletismo chino en los años 30). Abunda en la estética kitsch de los primeros bazares e ironiza con la contratación de dependientes occidentales. Al final, para que la herida no supure demasiado y no se vea demasiado el plumero, le da un besito en plan “cúrate sana, culito de rana”, capitula ante el buenrollismo, e invoca a la Administración para que proteja por igual a locales y visitantes.

Se conoce que la matraca de ser emprendedor para salvar el culo con la que el rotativo insiste día sí, día también, tiene cuota.

Héctor Sánchez © humorenlared.com

 

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