Como todos los niños, leí el cuento Blancanieves, de los hermanos Grimm, en el que se narra que la reina madrasta de una infanta tenía un espejo colgado de la pared, al cual preguntaba diariamente: «Espejito, espejito, ¿quién es la mujer más bella?». Y el espejo le contestaba: «Tú eres la más hermosa». Así fue hasta que Blancanieves creció y se hizo muy bella. Entonces el espejo, que no sabía mentir, respondió a la diaria cuestión: «Majestad, aquí, en palacio, eres la más bella; pero Blancanieves es la más bella de todas las mujeres del reino».

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Pobre Iñaki. Pobre Cristina. En el juzgado Nº 3 de Palma de Mallorca se les presiona hasta la extenuación, casi hasta la tortura, para que recuerden qué fue de su existencia en aquellos años de vino y telefónicas, hace más de dos lustros. Facturas, emails, justificantes de compra, tarjetas con PIN, sin PIN, chalets, palacetes, garajes, servicio doméstico, escoltas, firmas, notarios… Para acordarse de todo eso tendrían que ser muy listos. Y no parece el caso. Se han dejado pillar como conejos. Si los que están tan cerca de los que mandan se dejan coger así, menudo país de incompetentes. Casi tanto como esos que siguen jugando una partida de casino pueblerino en el Congreso de los Diputados.

En el Reino de España, más de 9 millones de perceptores de pensiones contributivas, casi medio millón de pensionistas no contributivos, 250.000 trabajadores que perciben el salario mínimo, más de 600.000 ciudadanos que perciben rentas mínimas, más de dos millones de parados que cobran la prestación por desempleo y otros tantos que no ven un euro, miran atónitos a Palma y a Madrid. Cambian de canal, tal vez con la esperanza de que alguien, Pablo Iglesias quizá, les aclare cómo, ante semejante panorama, se puede estar “orgulloso de ser español”. Oé, oé, oé.

Julio Albitre Polo, director de EL KARMA.