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La respuesta obvia es: con mucho cuidado. Desde que las poblaciones humanas de la Prehistoria pasaron de ser cazadoras – recolectoras a agricultoras – ganaderas, dos nuevas actividades comenzaron a ponerse en boga. Las riñas vecinales por el límite de las lindes (que a menudo acababan con algún garrote incrustado en algún cráneo) y la ingeniería genética. Al principio se trataba de una práctica de andar por casa. Se desechaban las plantas y animales más enclenques y se cruzaban entre sí los especímenes más fuertes. De esta manera, una sandía gigante te solucionaba el postre de todo un ejército invasor (que no eran plan de que, encima de que saqueaban tu pueblo, se quedaran con hambre) y un bovino hiperactivo daba leche como para llenar una piscina olímpica y hacer de doble de luces en un anuncio de La Vaca que Ríe.
Sin embargo, el progreso científico desde que Mendel, que odiaba los guisantes, se dedicase a jugar con las legumbres en vez de comérselas con jamón ha avanzado tanto que la manipulación del ADN permite crear transgénicos como churros. Como churros transgénicos (con el chocolate incorporado de serie), se entiende.
La tecnología del ADN recombinante sirve para manipular secuencias que normalmente codifican genes, de forma directa, permitiendo la extracción de un taxón biológico dado y su inclusión en otro. También se pueden modificar y eliminar esos genes, siempre y cuando se viertan en el contenedor adecuado, so pena de multaza por desentenderse del biohazzard de marras. La biotecnología vegetal es la más socorrida porque las plantas no tienden a convertirse en monstruos mutantes devoradores de humanos, aunque se han dado casos.
La fusión de protoplastos también se utiliza a menudo, pero tiene el inconveniente de que los protoplastos no siempre están de humor para fusionarse y prefieren quedarse en casa viendo la televisión en el sofá, boicoteando cualquier posibilidad de éxito.
La tecnología de los transgénicos a menudo acude a la inclusión de ADN foráneo, como cuando se introduce material genético de peces abisales fosforescentes en plumeros de la Pampa para iluminar los arcenes de las autopistas o de anchoas en olivas para obtener aceitunas rellenas.
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