Debajo de la Palmera: Populismo y estatismo
![]() |
|
Habrá que intentar un día la difícil tarea de penetrar la historia de las ideas políticas, que es la de las distintas ideologías que fueron proclamadas y alteradas en su ejecución desde el siglo pasado, y, particularmente, el confuso contenido de los programas y planteamientos de los partidos dominantes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo durante los largos años en que se hizo sentir la poderosa influencia deformadora de la Guerra Fría. La mayoría de los movimientos políticos que han llegado a dominar en ese tiempo se caracterizan por la vaguedad de sus planteamientos ideológicos y la distancia cada vez mayor entre la ideología proclamada y las peculiaridades de la realidad histórica. En el caso del estado español es evidente, en las proclamaciones y en la práctica del gobierno, la presencia inseparable de esos dos grandes temas. Desde la II República, pasando por la terrible experiencia de la Guerra Civil, con todo el desmadre de haberse puesto todo patas arriba y por los largos años de lucha armada de ETA que llenaron nuestro siglo XX, la idea populista se repite. Se invoca un pueblo abstracto que poco tiene que ver con la realidad efectiva de la composición social y, en nombre de ese principio, se instauran instituciones que, en muchos casos, estaban en abierta contradicción con la realidad histórica de la sociedad. No faltaron quienes alertaron sobre esa peligrosa abstracción simplificadora, sin dejar de recordar a ciertos líderes de pensamiento que no dejaron de alertar contra los efectos nocivos de esa insoluble antinomia entre ideales y realidad. Por lo que hace al estatismo, el crecimiento de la economía en manos del Estado proporcionó a los ideólogos de los partidos la excepcional oportunidad de llevar hasta los mayores extremos la estatización de la vida colectiva y convertir, en algunos extremos, al Estado en un monstruo que dominaba y deformaba la vida del propio estado. España es Madrid y su absorbente administración. No será fácil, y requerirá mucho valor moral e intelectual poderlo plantear en términos útiles, pero no hay otro camino si se quiere salir de los muy costosos errores que nos ha legado el pasado inmediato, sin olvidar que sin distribución de la riqueza de manera adecuada y valiente nos llevará al protagonismo de los profetas del desastre y de la demagogia populista que consiste en presentar ante la sociedad, soluciones muy fáciles, a problemas muy complejos. Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
Pincha aquí para ir a otras columnas de Iñaki Anasagasti
Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados