Debajo de la Palmera: Tanto eres, tanto pesas
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En junio de 1977 D. Manuel de Irujo fue elegido senador por Navarra. Fue asimismo el presidente de la Mesa de edad para la composición de aquel Senado democrático tras la larga dictadura. Su cerviz patricia, su traje negro, su mano y su voz, eran un foco de atención ante aquella marea de neófitos. Al bajar del estrado, entre respetuoso y tímido, un periodista aventuró una pregunta: – Dígame D. Manuel, con la autoridad que le da su participación en las Cortes republicanas anteriores, ¿qué le parecen en general los componentes de las actuales? – Pues le diré que las considero compuestas sin duda de buenas personas, pero… políticamente aún no han aprobado el bachillerato. Hoy seguramente hubiera respondido lo mismo y quizás añadido, «aunque también de muy malas personas”. Tras treinta años en la Villa y Corte aprendí, tras recibir varios golpes y ante mi ingenuidad que la ley española, su ley, no vale nada si no quieren cumplirla. O solo la utilizarán si les conviene. Tienen los Tribunales a su servicio para protegerse y unos medios de comunicación que imponen la ley del silencio, o la manipulación más sucia, la Brunete mediática, y que además, hagan lo que hagan, no pasa nada. El estatuto de Gernika es ley Orgánica refrendada por el pueblo en octubre de 1979. Tras lograrlo, el Lehendakari Leizaola volvió del exilio. Tarradellas había vuelto dos años antes en una pirueta personal, a mayor gloria suya. En marzo de 1977 el PNV se tuvo que registrar. Y lo hizo. El mundo de la entonces Izquierda Abertzale nos tildó de traidores y de aceptar las leyes del enemigo. Pero lo tuvimos claro. ¿Qué hacer? Leizaola decía que la política es como el fútbol, no como el ajedrez. Hay que estar, tener un buen equipo, driblar, saber aguantar, y en el momento oportuno chutar y meter un gol. Y así, desgraciadamente, hemos funcionado estos años. Aprovechando cualquier huequito en el Bernabeu para meter nuestro gol y reforzar un país que estaba deshecho. Y así, a cuentagotas, hemos ido, poco a poco, completando un estatuto todavía incompleto. No había alternativa. No nos gustaba, pero eran las reglas del juego. El acuerdo del cuatro de mayo es magnífico para la población vasca. Como lo fue el de 1996 con Aznar, y en 2010 con Zapatero. Lo es muy malo para los que conciben la política solo como confrontación o solo la catalogan de buena si la protagonizan ellos. Día vendrá en que hagamos un común denominador y por lo menos veinte diputados y senadores estemos en Madrid, asimismo barriendo para casa y no perdiendo el tiempo en el desgaste de involucrarnos en batallas o perdidas o que ni nos van ni nos vienen, sin que esto signifique abdicar de la propia ideología. De momento quien patalea se pone en evidencia, porque sus votos no sirven para nada o para muy poco. Las aguas, con el tiempo, se irán calmando y los posos irán al fondo. De momento solo debemos tener claro en Madrid, lo que siempre nos han dicho: tanto eres, tanto pesas. Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
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