junio 23, 2017

Debajo de la Palmera: Los Amigos del País y la Compañía Guipuzcoana de Caracas

columna_anasagasti_cabecera_gr

Pedro Laín Entralgo recordaba a los Amigos del País: Fue una institución típica de la Ilustración y obedecía a una creciente preocupación por lo que los hombres de aquel tiempo llamaban, con mucha ilusión, «el progreso”. Era, en muchos sentidos, la afirmación de una nueva actitud ante la realidad histórica y ante el porvenir. Se pensaba que el porvenir era algo que podía ser concebido como un proyecto a realizar por medio de un esfuerzo inteligente y de una base cierta de disciplina científica. Representó una gran sacudida moral e intelectual en aquel mundo que lamentablemente, por muchas diversas causas, terminó por frustrarse en gran parte.

No se trataba de otra cosa que de poner a aquel incipiente estado y a su mundo a la hora más promisoria de las ideologías de la ilustración y en esa tentativa se destacaron hombres extraordinarios a uno y otro lado del Atlántico, en un empeño de modernidad generoso y conmovedor que pudo, de haberse llevado adelante efectivamente, haber hecho una historia distinta para lo que eran entonces las Españas y su imperio americano.

Recuerda uno a hombres como Aranda y su inmenso proyecto de renovación y se da cuenta de que en ese momento hubo quienes plantearan, con toda lucidez, la necesidad de realizar incruentamente grandes cambios para asegurar el porvenir.

Desde luego, todo esto entra en gran parte en ese vago mundo de la historia imaginada pero que, sin embargo, no era enteramente un producto gratuito de la imaginación sino el planteamiento de una posibilidad verdadera, que pudo haberse realizado y que hubiera cambiado la dura historia de aquel reino y de los países en el siglo XIX.

Hubo en Venezuela, como en Azkoitia, también, como en otros países americanos, una Sociedad de Amigos del País, que vino a fundirse ya tardíamente después de la Independencia y que no encontró circunstancias favorables para su desarrollo. Sin embargo, quedaron muchos estudios y trabajos patrocinados por sus miembros para modernizar la agricultura y adelantar el desarrollo de la enseñanza. Y por aquí el descubrimiento del wolframio. Nada menos.

En este sentido habría que recordar la muy importante experiencia de la creación, en el siglo XVIII, de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Fue una empresa típica de la Ilustración, llena de los más generosos propósitos y de las más altas ambiciones, patrocinada fundamentalmente por vascos, que logró crear un polo de desarrollo extraordinario para la Venezuela de la época a través del comercio y de la navegación. El muy injustamente olvidado Ramón Basterra escribió, hace mucho tiempo, un excelente libro bajo el título de Los navíos de la Ilustración, en el que le da toda su inmensa significación a esa insólita empresa de modernidad, que estuvo lejos de lograr todos sus fines pero que, sin duda alguna, influyó definitivamente en el desarrollo de Venezuela y en su vocación hacia la Independencia. Vista la situación actual de aquel país, una nueva Compañía y otro régimen sería lo procedente.

El ensayo de la Compañía Guipuzcoana en el siglo XVIII, en Venezuela, es uno de los más notables casos de prospección del crecimiento económico y social que se realizó en América Latina en todo el período colonial. No sólo fue un proyecto de progreso sino una empresa efectiva que tuvo, ciertamente, grandes consecuencias históricas y que movilizó, de modo singular, grandes recursos y creó lo que posiblemente podríamos llamar el primer plan de desarrollo nacional para un país americano.

El inmenso papel que un país de poco desarrollo y riqueza, como era la Venezuela del siglo XVIII, llegó a desempeñar en el proceso gigantesco de la Independencia de la América española tiene entre sus causas y explicaciones la presencia secular de la Compañía Guipuzcoana, que fue expresión evidente de la nueva manera de pensar que trajo la Sociedad de Amigos del País, como también tuvo mucho que ver con la concepción continental que de la Independencia tuvieron los venezolanos desde muy temprano y que explica en mucho las curiosas peculiaridades de su papel en ese gran proceso.

No está de más recordar en nuestros días aquella noble y útil empresa de proceso, que fueron los Amigos del País, con su clara invitación a lo útil, a lo práctico y a lo realizable en estos momentos en los que no se quiere hablar ni una palabra sobre aquel atribulado país.

Iñaki Anasagasti © humorenlared.com

 

Pincha aquí para ir a otras columnas de Iñaki Anasagasti

Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados