marzo 8, 2018

Debajo de la Palmera: Bolívar enamorado

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En el Casco Viejo se resume la historia de Bilbao. Finalizando el siglo XIX Bilbao tenía poco más de sesenta mil habitantes ubicados en la margen de San Antón, el mercado de la Ribera y el Arenal. Pronto comenzaría su eclosión y su expansión por Abando saltando la ría y llenando aquellas tierras yermas, que hoy son ocupadas por decenas y cientos de calles y edificios.

Pero volvamos a las Siete Calles o a lo que se llama ahora Casco Viejo. Allí nacieron nada menos que Juan Crisóstomo Arriaga, Miguel de Unamuno, el P. Arrupe, Diego Gardoqui, Mazarredo, y un sinnúmero de gentes ilustres que triunfaron en los mares, el arte, la clerecía, la corte, las batallas, la pluma, el pensamiento, la acción política e institucional, en todo. El Casco Viejo es pues un viejo y valioso libro donde hay muchas historias de todo tipo que contar y sería bueno que en calles y casas se pusieran placas explicando estas cuestiones.

Si uno se fija, en estos años de turismo, de móvil globalizado, la mayoría de la gente que va a Bruselas casi solo ve, en plan pateo, la Grande Place y el Menekhen, la figura de un niño haciendo pis. Y allí se sacan sus fotos. Si van a Copenhague, todos vamos a ver a la sirenita encima de una roca en el puerto y si se trata de Roma, acudimos como locos a echar nuestra monedita en la Fontana de Trevi. Es parte del cuento del turismo para que puedas enseñar las fotos en casa o en la oficina. Pero tienen que ser fotos originales y que no haya en otro sitio.

En Bilbao, para el turismo sudamericano propongo algo parecido y original. Podía hasta ser una campaña de El Karma. Se trata de Simón Bolívar, pero no el Bolívar de Hugo Chávez y Maduro sino aquel jovenzuelo de 17 años que llegó un buen día al Casco Viejo de Bilbao y vivió en él un año de sus 47 de vida. Un año de una vida tan importante de aquel jovenzuelo criollo rico, danzarín y galante pateando las calles de nuestra vieja Villa, es mucho.
¿Y a qué vino Bolívar a Bilbao?

Seguramente sabría que su origen estaba a sesenta kilómetros de la ciudad, que tendría parientes y que le habían mandado a Europa a estudiar y pretendía hacerlo pero se fue a la Corte madrileña donde vivía su tío Esteban Palacio y allí se enamoró de la hija del marqués de Ustaritz llamada María Teresa del Toro y Alayza, también de origen vasco. Y, al parecer, el señor marqués que le vio al chaval tan lanzado le pidió se fuera a Bilbao, pasara el tiempo y cuando se decidiera de verdad volviera a por la mano de su hija. Volvió, se casó en Madrid, volvieron a Caracas y allí el amor duró ocho meses pues unas fiebres se la llevaron. Seguramente si Bolívar no hubiera sido viudo no hubiera hecho lo que hizo.

Nada sabemos de lo que hizo Bolívar esos años en la Villa, aunque colocamos una placa en la casona donde vivió en la calle Banco España, y sería apasionante conocerlo porque luego escribió y pidió fusiles y hierro de Bizkaia para su guerra libertadora, pero nadie se ha preocupado de conocer lo que hizo aquel mozalbete enamorado que posteriormente entró en el olimpo y se le considera uno de los hombres más grandes de la historia. Liberó cinco repúblicas de la corona española, lo hizo a caballo, perdiendo y ganando para terminar muriendo solo en su laberinto en San Pedro Alejandrino en Santa Marta (Colombia). Todo un personaje.

En mi presidencia de la Comisión de Asuntos Iberoamericanos del Senado visitaba embajadas y recibía académicos, historiadores y gente principal de aquellos países y nadie conocía este dato, solo que el bueno de Manuel Fernández tiene una ruta en Madrid de los lugares bolivarianos, pero no en Bilbao. Hay pues un turismo culto que convendría abordar porque creo que vale la pena. A mi compañero de tertulias, el Consejero de Comercio y Turismo, Alfredo Retortillo se lo he dicho varias veces pero me mira como las vacas cuando pasa el tren. Y creo es algo bueno para Bilbao y Euzkadi.

¿Y qué haría?
Un concurso para gente joven de Bilbao para erigir una estatua realista de un joven Bolívar enamorado, no del Bolívar militar con charreteras y espada sino el enamorado y con un ramo de flores en la mano. Tenemos una pintura de esos años y sería todo un reclamo ponerlo a ras de suelo en el mismo Casco por donde seguramente estudió, parrandeó y escribió cartas de amor. Y todo eso explicado por un guía con énfasis y apelando al realismo mágico. La gente entusiasmada.

Pero para eso tiene que ser una estatua, no un busto, y que sea original y con el ramo de flores en la mano. Y en su peana, la frase de la poetisa rumana Elena Vacaresco.
“Bolívar, pradera de molino en lengua vasca, molino que supo moler trigo de gloria y dar a los pueblos pan de libertad”.

¿Qué les parece señores?

Iñaki Anasagasti © humorenlared.com

 

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