mayo 5, 2018

Oreja a la plancha: ¡Inspección!

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Qué bonitas esas inspecciones de trabajo que de vez en cuando castigan las salas de conciertos, sobre todo cuando se trata de salas pequeñas. Cuotas infladísimas, recaudaciones que no darían ni para el alta de la Seguridad Social de una sola de las personas que curran ese día, organizadores de conciertos que puestos a no ser legalistas no saben ni qué normas están incumpliendo, chavales (o melones senior) subidos a un escenario con su equipo carísimo cuya compra no van a recuperar en la vida mediante la actividad musical misma…
Si a uno de los implicados le cayera por ejemplo un foco encima y quedara jodidamente dañado, ahí podría ir a la cárcel hasta el apuntador. Afortunadamente nunca pasa nada, y la música es una cosa que se sigue haciendo sin regulación (o mejor dicho, sin que casi nadie cumpla la que hay). Con alegría y buen humor, eso sí. Y cuando llega el inspector se encuentra con todo este pasotismo. ¿No estaría mejor bajar las cuotas? Será que cuentan con que muchos van a ignorar la normativa, así que lo ponen jodido para que entre unos pocos cumplidores mantengan a todos. Pues si es así, qué idea más subnormal.

Juan Abarca © humorenlared.com

 

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