octubre 14, 2018

Gora Euskadi: Crimen y castigo

Los derechos se ganan a pulso. No los regala nadie, y, una vez adquiridos, no están garantizados. No es infrecuente que la molicie, el exceso de confianza, el desafuero y la desafección nos hagan perder lo que hemos logrado con tanto sacrificio. Como cuando pensamos que una pizza familiar pepperoni más o menos no va a alterar la dieta de rúcula que comenzamos en mayo. La autoindulgencia lleva a la decadencia, la decadencia a la arbitrariedad, y de aquí al caos. O a la obesidad mórbida, según el caso. Una de las tareas sacrosantas de la prensa es no permitir al lector esa autoindulgencia y alzar frente a él, con cariño, el dedo acusador que le ponga en alerta frente a la voluptuosidad perezosa de quienes creen que ya todo vale. Los periódicos, sin más armas que la tinta, el papel, una potente red de distribución, ayudas públicas, dinero de sus anunciantes, apoyo institucional y créditos bancarios, denuncian en sus páginas el uso y el abuso que los más altos estamentos del Estado pudieran hacer de su poder para subyugar al humilde ciudadano, valiéndose de los cantos de sirena del libertinaje y el radicalismo mal entendido. Ante la incontinencia reformista, moderación.

A modo de bengala luminosa en un mar de oscuridad jurídica, fijémonos en el titular de la edición alavesa de EL CORREO del sábado 22 de septiembre. «Reclaman 3 años al dueño de una pescadería que llamaba «chochito» a su empleada». Dónde vamos a ir a parar. El lector bienpensante, señora o caballero, podría pensar que la cosa pasa de castaño oscuro. Que se han pasado de la raya. Que si bien la conducta del campechano pescatero, bonita, lo que se dice bonita, no es, a lo mejor la Fiscalía se excede en su celo. Que eso del feminismo, el empoderamiento de la mujer y la socavación de los cimientos del heteropatriarcado están muy bien, pero que tres años de prisión es demasiada condena por el mero hecho de tener un sentido poco elegante de la metonimia.

El caso es que luego el cuerpo de la noticia completa la información. El pescatero, con antecedentes penales por lesiones, sometía a la denunciante (que ha precisado atención médica y tratamiento farmacológico durante cuatro meses) a un trato vejatorio y a un régimen de hostigamiento y humillación continuados. La amenazaba con privarle de vacaciones, le cambiaba el horario laboral de manera reiterada, la acosaba por teléfono por las noches, la sometía a un estricto control a través de las cámaras de videovigilancia y estimulaba sus aspiraciones profesionales con un inspirador «ni limpiando culos vas a encontrar trabajo en Vitoria». Pero eso son detalles. Mucho mejor sacar unos genitales femeninos en el titular. Que un caso de explotación laboral, tan común, tan vulgar, tan de todos los días, no empañe una buena controversia de género. Eso sí, los genitales en diminutivo. Ante todo moderación.

Héctor Sánchez © humorenlared.com

 

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