abril 30, 2019

Gora Euskadi: Títulos de crédito

Además de todos los compromisos adquiridos para con el ciudadano, mencionados con anterioridad en esta vuestra sección, los medios de comunicación, nacidos con vocación de agitadores de mentes y espíritus, contribuyen al fomento y progresión de la formación del individuo. Desde los tiempos del Daily Courant, la prensa diaria, avalada por su reputación y apremiada por la responsabilidad que le confiere su carácter reflexivo, frente a la pasividad de la radio y la frivolidad de la televisión, se esfuerza denodadamente en aupar las excelencias de la cultura y enarbolar el estandarte de la educación. Por esta razón, y tras bucear en un océano de declaraciones, testimonios y confesiones, el periódico EL CORREO titula una información publicada a cinco columnas en página impar, a propósito de la huelga de los colegios concertados, «Mi hija de 4 años se ha visto tres películas en un día».

El diario ve cómo su sacrosanta imparcialidad es puesta a prueba. Ese juramento hipocrático del periodismo que le impide tomar partido, y que en Vocento llevan a rajatabla, se revuelve a la hora de informar sobre una huelga educativa que, para el periódico, bien podría estar socavando irreparablemente los cimientos formativos de miles de niños y niñas vascas. El texto relata la angustia de esas madres que, como la de Marco, deben partir a trabajar y no les queda más remedio que abandonar a sus hijos a su suerte, sin mono ni nada (que quieras que no algo de compañía ya hace), en aulas tenebrosas de ignominia e incultura, gestionadas por retenes de guardia instruidos para evitar cualquier actividad pedagógica y que «no pueden ni leerles un cuento, ni siquiera dejarles un puzzle o un juego educativo». En esta versión infantil de Fahrenheit 451, con trazas de 1984 y Los recreos del pequeño Nicolás, en la que el aprendizaje está prohibido, los pobres muchachos vagan con la mirada perdida por el patio, consumidos por el tedio y la indolencia, quién sabe si oteados de lejos por el señor que regala droga a la puerta de los centros docentes. Y, para desesperación de los progenitores, como reza el mencionado titular, sus cuidadores, desde la más profunda inquina, les ponen películas para que maten el rato. Pero aquí es donde la redactora se deja vencer por el pesimismo cuando debería insuflar un hálito de esperanza en los padres. No sólo subestima el poder formativo de ser testigos privilegiados de un conflicto sociolaboral (que se lo digan a Victor Hugo o a Kropotkin) sino que menoscaba el poder educativo de ver películas. Cuánto podrían aprender esos infantes de una maratón de El gran carnaval, Vive como quieras, El padrino (importante ver la trilogía en orden porque si no el temario queda confuso), El lobo de Wall Street, Lloviendo piedras, Memorias del subdesarrollo, La vida de los otros, Margin Call o Tropa de Élite, por poner sólo unos ejemplos.

Lo ideal sería que, al final del día, los padres se juntaran con sus hijos para hacer cine-forum. Pero claro, entre las actividades extraescolares, hacer la cena, ver el programa de Wyoming y que está uno cansado, no apetece hacerse un José Luis Balbín. A los padres no les pagan para eso.

Héctor Sánchez © humorenlared.com

 

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