Debajo de la Palmera: Groucho y las campañas
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No sé lo que hubiera pensado Groucho Marx de la reciente campaña electoral española. Seguramente le habría servido de repertorio para sus gags, porque nadie ha hablado en quince días de programas sino que todos competían por el rebuzno más llamativo aunque fuera el menos ingenioso. Entre los 280 caracteres del Twitter y los 30 segundos de la televisión, la discusión se ha empobrecido en estos años y los políticos en liza no han sabido resumir un pensamiento ocurrente en una frase con chispa, de esas que Groucho nos dejó para la historia. Y fueron varias aunque aquella de su epitafio que decía: «Perdone Sra. que no me levante”, no debe ser suya. Pero merecía serlo. Vamos pues a peor.Por eso lo que al paso de los años se ha macerado, como los buenos cognacs y los buenos whiskys, es la esencia de esa alquimia entre la palabra y el contenido del humor de Groucho Marx. Cada vez que se vuelven a releer sus locuciones, sus aforismos, o como se les quiera llamar, aprendemos y nos solazamos más y más en ese intransferible axioma creador que va implícito en cada uno de ellos. Si lo dudan, presten atención: “Es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente”… Lo hemos visto en la campaña. “Una mañana me desperté y maté a un elefante en pijama. Me pregunto cómo pudo ponerse mi pijama”… “¿Que por qué estaba yo con esa mujer? Porque me recuerda a ti. De hecho, me recuerda a ti más que tú”. No me digan que no son aplicables a lo que hemos oído los pasados días y que seguiremos oyendo hasta el 28 de mayo.
Por esta razón en un momento como éste, de creciente crispación, lo que necesitamos son conceptos claros, frases concretas, palabras verdaderas, y no este torneo pueril de ingeniosidades que, paridas por aficionados, raramente resultan útiles. El debate sobre el debate ha sido todo menos edificante. La parte contratante de la parte contratante. Asimismo hay otra cuestión que es de analizar y señalar. Entiendo los respaldos políticos entusiastas, enfriados algunos la noche electoral como por ensalmo en forma crítica ya que nada perjudica más a un hombre o mujer y a una causa que el incondicionalismo. Este suele alimentar muchas perversiones y la funesta exaltación del ego de los dirigentes cuando toman un micrófono que como decía Suárez, les gusta más que a un tonto una tiza. En esta piel de toro en la que vivimos no se apoya a alguien, se le adula; no se le respalda, se le lisonjea y hace la pelota. No hay capacidad para secundar a alguien sin renunciar a la crítica, conservando la libertad de disentir como sucede en las grandes democracias. En este caso sería interesante que todos los partidos tomen conciencia de que algunas cosas que dicen los demás no son malas porque lo digan sus adversarios, sino porque de verdad son malas. Decirle la verdad al amigo muchas veces es más difícil que decírsela al adversario y al enemigo. Por eso los grandes fracasos políticos que hemos presenciado. Casi siempre detrás de los errores de un dirigente está el silencio de aquellos que debieron hablar a tiempo, sin temor a que lo que dijeran fuese utilizado por el adversario, que es el chantaje que por lo general se utiliza para recomendar silencio. Y luego pasa lo que pasa y la noche electoral suele ser el de las caras largas y las mañanitas tristes. Si se quiere cambiar la forma de hacer política en España y en Euskadi para lograr las transformaciones planteadas, hay que comenzar por cambiar la relación con el liderazgo, haciendo esa relación más fluida, más participativa y menos dócil y genuflexa. Y sobre todo denunciar al que te habla de cercanía y empatía desde la altura de su aislada columna o desde su marmóreo minarete, y decirle que se va a dar una castaña. Las cosas son más fáciles de lo que parecen y como decía Don Groucho, ”es mejor estar callado y parecer tonto que hablar y despejar las dudas definitivamente”. Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
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