Debajo de la Palmera: Los últimos de Artxanda
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Tengo en casa un cuadro pintado por Imanol Yunta. Es un bodegón donde se ve un pedazo de queso, una botella de vino, algo que parece un jamón. Me lo regaló y pintó en 1978 el entonces Presidente de la Asociación de Mutilados de Guerra. Quizás el hambre que pasaron les motivó para no olvidar lo mínimo. Yunta había sido miliciano, era de Irún y, tras la muerte de Franco, revindicaba que se les tuviera en cuenta como el franquismo había tenido en cuenta a sus mutilados. En los trenes, tranvías y autobuses siempre había un asiento reservado “Para Caballero Mutilado”. Cobraban pensión y los estancos eran casi todos de estos servidores de aquella sublevación militar. Lógicamente, los republicanos que se habían pasado cuarenta años invisibilizados, pedían salir a la luz.
De ahí el cuadro, porque a sus nietos nos tocó bregar con una Administración insensible que había hecho el perverso cálculo de que esa demanda iba a durar la vida de los ilustres Mutilados, es decir muy poco. De cálculo físico andaban mal los de la ventanilla porque muchos de ellos duraron treinta años más por lo que sus pensiones y tratamientos fueron puestos al día. De ahí que el viejo miliciano irundarra me regalara el cuadro que su afición había pintado. Moreno no pintaba pero escribía. Se la pasaba mandado cartas al director de todos los periódicos reclamando la atención hacia el exiguo colectivo que en cada invierno iba perdiendo soldados. Disparaba con cartas. Lo que no había podido Franco con sus ataques militares lo estaba logrando el óxido del tiempo y los achaques. Pero tanto Moreno como Bujanda han muerto los dos con cien años bien llevados. Eso significa que si la guerra les estalló en 1936 andaban por los 17 años. Significa asimismo que quedan muy pocos. Y eso que el Gobierno Vasco en el exilio consagró el que cada 15 de octubre fuera el Día del Soldado Vasco ya que en 1937 y en ese nefasto día fusilaron en Santoña a dos soldados del PNV, del Jagi, del PSOE, del PC, de IR, de la UGT, de ELA. Fue un escarmiento espantoso, como harían los nazis, incluyendo en ese terrible paquete de muerte al jefe de Euzko Gudarostea Ramón Azkue. Desgraciadamente José Moreno nos ha hecho la faena de irse y los que quedan ya no están para muchas músicas. Sin embargo no podemos contentarnos con ir a sus correspondientes funerales sino promover alguna plataforma cívica de todos los que se negaron a dejarse vencer por el fascismo internacional y por el franquismo local, y lucharon de manera abnegada por unos valores y por una democracia que iba a ser conculcada. Iñaki Anasagasti © humorenlared.com |
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