octubre 10, 2019

Gora Euskadi: Más que mil palabras

Desde su misma génesis, el periodismo se ha debatido entre dos pulsiones, que tiran de él como caballos desbocados y que debe manejar con habilidad y astucia para no terminar descuartizado como Túpac Amaru el día en que le llevaron al quiropráctico. En un extremo, la obligación autoimpuesta de emancipar al ciudadano frente a las injusticias que le rodean y arrancarle de su ignorancia secular. En el otro, el plegamiento escrupuloso, tal vez a su pesar, a la ley, a la norma, al reglamento, a la directriz, al código deontológico, que rigen su actividad.
A veces no es fácil combinar altavoz y mordaza, y se imponen soluciones drásticas, como la que plantea la cabecera de Vocento el 4 de septiembre, en su página 4. Que nadie le busque esta vez tres pies al titular. La noticia va encabezada por un recoleto e instructivo «La prueba del ADN sólo identifica al ‘Búho’ por la violación grupal de Bilbao». El detalle se encuentra en el segmento inferior de la segunda columna. Sobre el texto «Imagen de el ‘Búho’.» (obviemos el creativo uso del artículo contracto, no estamos aquí para eso) se nos muestra, en primer plano corto, el semblante del interfecto. ¿Acaso apreciamos en sus facciones el peso de la tribulación, las inapelables marcas de la vida, la impronta de la rabia y el delito, el reflejo de un alma retorcida carente de empatía? Pues difícilmente, porque la foto aparece completamente pixelada. ¡Oh, cruel puñalada de la Constitución ante la presunción de inocencia, del artículo 520 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal y de las leyes de protección del derecho a la intimidad, el honor y la imagen!

A pesar de la escasa pertinencia estética y comunicativa de incluir una foto que no aporta más información que el Licoln de Dalí o una pared de ladrillo visto (el tatuaje delator apenas se reconoce), EL CORREO deja clara su posición y no se arredra a la hora de ilustrar con pelos, señales y cuadraditos de colores la barbarie imperante. Otra vez. Algunas almas filisteas podrían pensar que esa foto pixelada es el rien ne va plus de la escalada sensacionalista en la que se ha embarcado el periódico. Que el diario prefiere poner una foto codificada, como las películas porno del desaparecido Canal+, antes que renunciar a usar el fondo de armario pictográfico. Que con tanta noticia morbosa por centímetro cuadrado de papel (web aparte) hace que El Caso parezca Esther y su mundo. A esos les digo que mucha envidia es lo que hay. Deberían dejar que las cabeceras del grupo Vocento camelen como ellas camelan. De sobra saben lo que hacen. No por nada se han pasado media vida pixelando caras en los anuncios de explotación sexual. Ellos, para eso, tienen experiencia.

Héctor Sánchez © humorenlared.com

 

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