marzo 19, 2020

Debajo de la Palmera: La cobra y la mangosta no saben escribir

columna_anasagasti_cabecera_gr
Dos reflexiones al inicio de la legislatura en Madrid y pronto en Euzkadi.

“¿A dónde vas?, ¿manzanas traigo?”, suele ser la tónica de las respuestas en las sesiones del control al gobierno en los días en los que los presidentes, ministros y consejeros se someten en sus cámaras a las preguntas “impertinentes” de la oposición. Es un trámite ágil, interesante y parlamentariamente atractivo, mucho más que escuchar la sopa de guisantes de un proyecto de ley, con muchas de las argumentaciones repetidas. Es el día donde se producen las noticias, aunque la trampa del invento es que siempre cierra el gobierno, quien se reserva la mejor carta. En el fondo no es un control al gobierno, sino un control a la oposición. Y no hay manera de cambiarlo.

Contaba Federico Krutwig que la idea que le sirvió de base a Wiener para la formulación de la cibernética le vino contemplando la lucha entre la cobra y la mangosta. En efecto, el equipo de investigadores a los que Wiener pertenecía tenían ante sí por resolver el problema siguiente: Los nuevos aviones de caza y bombardeo alemanes eran tan rápidos que los cañones antiaéreos nunca daban un tiro en el blanco. Apuntaban, tiraban su munición, pero para cuando ésta había llegado a destino, el avión ya no se encontraba en aquel lugar. Wiener, según cuentan, lo cual «se no é vero, é ben trovato», vio cómo en su lucha contra la cobra, cuando se enfrenta con su enemigo realiza una especie de danza en que se compenetra con los movimientos que efectúa la cobra para atacar al pequeño mamífero. La mangosta le provoca a la cobra para que esta serpiente ataque en cierto lugar. El latigazo con el que se proyecta la cabeza de la cobra es rapidísimo, quiere caer como un rayo sobre la mangosta, pero ésta no se encontrará entonces en este lugar, sino que caerá inmediatamente sobre el cuello de la cobra. La mangosta tiene que calcular el lugar en que va a caer la cabeza de la cobra para morder a su enemiga en el cuello antes de que pueda levantarse. Al parecer este espectáculo le hizo pensar en la construcción de nuevos cañones antiaéreos que al calcular la velocidad del avión enemigo y medir su distancia, hiciesen fuego y lanzase un obús para que explotase, no en el lugar en que el avión enemigo se encontraba en el momento del disparo, sino en el lugar en que se va a encontrar cuando la bomba estalle.

Algo así debe ocurrir en esos días de control si la oposición quiere dejar de serlo, pero para eso se necesitan políticos mangosta que luchen contra la argumentación oficial de las cobras. Ante eso, el ministro o consejero del ramo, utiliza lo de las manzanas y el método Ollendorf que es la manera fina de salirse por la tangente.

La segunda reflexión es que, salvo honrosas excepciones, tenemos una clase política ágrafa que no escribe salvo TW. Creo que deberían saber que el descubrimiento de la escritura, al parecer sucedió en cierto día de un año, entre el 4000 a 3500 antes de Cristo cuando un cierto escriba de Uruk, cuyo nombre no nos ha sido conservado, tuvo una de esas geniales intuiciones que tan raras son en la historia. Intentó representar los eventos, no con dibujos, como se venía haciendo desde la época de las cavernas del Epipaleolítico, sino que quiso usar algunos signos para representar la secuencia de la expresión hablada. Ese día comenzó la verdadera epopeya de la Humanidad. Luego sucedieron los descubrimientos de silabarios y de alfabetos, que tan sólo son simplificaciones de aquel genial, diríamos divino, descubrimiento. Por eso se comprende fácilmente que los sumerios y los egipcios atribuyesen a la escritura un origen divino… Lo malo es que estos nuevos políticos, diputados, senadores, parlamentarios, consejeros, directores generales cargados algunos de masters no están acostumbrados a hacer la O con un canuto salvo con su móvil o su tableta.

Si supieran pensar con menos frivolidad y escribir con mayor penetración, quizás la política tendría mayor sindéresis, pero para eso hay que recibir de nuevo clases de gramática y recomendar algunas lecturas, algo que no está al alcance de esta modernidad de 140 palabras.

Iñaki Anasagasti © humorenlared.com

 

Pincha aquí para ir a otras columnas de Iñaki Anasagasti

Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados