Gora Euskadi: No bajemos la guardia
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Lo fácil sería, una vez obtenido el scoop, dejar que el olfato periodístico guiase al profesional de los medios hacia nuevas exclusivas, flamantes hechos noticiosos, inéditas polémicas que aplacaran sus ansias de gloria informativa. Pero si algo diferencia al buen periodismo del carroñerismo gacetillero, es la perseverancia. Otra cualidad más a sumar a la compilación de virtudes que acerca a los medios a la santidad gremial. Por eso las cabeceras de Vocento huyen de cantos de sirena oportunistas, que no de su responsabilidad de vertebradoras del zeitgeist, y continúan insistiendo en cuestiones de importancia capital que no por ya planteadas merecen finiquitarse y desaparecer de la agenda setting. La preocupación de Vocento por el impacto de la horda de ancianos en la sanidad pública y el efecto devastador de la longevidad en el sistema de pensiones, que ya analizamos en la columna del número anterior, no se disipa. Es verdad que la providencia, como bien documenta el periódico en sus primeras páginas, parece llamar al optimismo. Es cierto que ese coronavirus COVID-19, que ha arribado en tierras vascas con brío y denuedo, podría acelerar, ciclo lítico mediante, el proceso natural de nacimiento, crecimiento, cotización, jubilación, contagio y muerte. Pero, en el fondo, el diario es muy consciente de que no se puede confiar el equilibrio del entramado subsidiario a factores externos como una pandemia de escala global. Teme que la subida de las pensiones no se vea compensada por el índice de bajas, ya que el día menos pensado encuentran una vacuna, los pensionistas le pierden de nuevo el miedo a las grandes concentraciones de personas y comienzan a apalancarse de nuevo en la puerta de ayuntamientos, diputaciones, sedes de gobierno y otras instituciones públicas para ponerse a exigir cosas. Como si el hecho de seguir vivos, anomalía estadística donde las haya, no fuese suficiente recompensa. El periódico simplemente cumple con su responsabilidad. Nos advierte. Nos pone sobre aviso. Nos pide delicadamente que no nos durmamos en los laureles. Nos alerta para que, cuando el aitite nos pregunte dónde está la caja de las mascarillas porque últimamente su compañero de mus está empezando a toser más de lo habitual, nos lo pensemos muy mucho antes de contestar. Héctor Sánchez © humorenlared.com |
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