Debajo de la Palmera: Achicoria para todos
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En tiempos del confinamiento me llamaba la atención cómo un mendigo que habita bajo el puente de Zubi Zuri, todos los días a las ocho de la tarde, se ponía delante de su colchón y aplaudía al cuerpo sanitario. Era una imagen algo extraña aunque plástica, humana y de interés. Algún día le preguntaré por qué lo hacía. Quizás me lleve una sorpresa.
También me ha llamado la atención las dominicales conferencias de presidentes autonómicos con el presidente Sánchez. Este invento del teletrabajo con las videoconferencias puede que logre que en el futuro se eliminen viajes y estancias absurdas, gastos de comilonas a cuenta del erario, uso de coches y demás quincalla para resolver de una sentada muchas de las cosas pendientes. En relación a la Cámara Alta, que se llama así porque está colgada en el techo como una lámpara, hay que decir que está y ha estado siempre muy tocada porque no hace nada de lo que le atribuye la Constitución como Cámara de Representación Territorial, sita en la Plaza de la Marina española, y eso que Madrid no tiene costa, con una inmensa estatua de Cánovas del Castillo, el tipo más centralista que ha habido después del general. Es en la actualidad Cámara de segunda lectura y a pesar de tener una Comisión de las Comunidades Autónomas sólo convocaba reunión de presidentes en plan hostelero, no de Cámara legislativa. En lugar de que las reuniones se hicieran en un hotel o en un polideportivo o en una discoteca, el Senado con su trompetería y sus alfombras dejaba su salón de los Pasos Perdidos para que los presidentes autonómicos, con el presidente del gobierno español de turno, trataran cuestiones que luego eran filtradas, manoseadas y a veces tergiversadas, en reuniones muy seguidas por los medios pero que acababan como el dicho de la montaña pariendo un ratoncito. No sé lo que dará de sí este invento pero ha sido una de las iniciativas más novedosas que al parecer Sánchez ha degustado desde La Moncloa porque se ha evitado el tocamiento de los pelmas teniendo desde su despacho madrileño la primera y la última sobre casi todo después de negociar sus apoyos en las prórrogas, aunque haber logrado eso de la cogobernanza le ha costado lo suyo. A Sánchez y a su genio Redondo les gusta llevar la batuta de una orquesta y de un coro en el que no se admiten cómodamente ni las sopranos ni los tenores ni el del trombón metiendo ruido, ni el violinista desafinando. Directores de orquesta que en el fondo solo buscan la perfección del Lago de los Cisnes, harto difícil en esta cabalgata de búfalos. Pero me da que el invento va a tener poca vida porque consolida una visión federal de la piel de toro y no confederal, que es lo que reivindican las nacionalidades históricas, aunque también es verdad que si cada domingo ves las caras de todos los presidentes al final terminas conociendo sus nombres e incluso a alguno le coges cariño. Urkullu en su último domingo le llamaba a Revilla, Miguel Ángel, a Chivite, María y a la presidenta de La Rioja, Concha. De seguir así no sé dónde vamos a ir a parar. La Academia de la Lengua española tiene como lema limpiar, fijar y dar esplendor y esto puede terminar en un marmitako colectivo con paella de postre. Lo que sí que no estaría nada mal sería un sistema como estos para los presidentes regionales de Europa, que existen, aunque no tengamos ni idea donde están, lo que hacen, lo que quieren, lo que comen, ni sus nombres. Imagínense una videoconferencia con los presidentes de los Lander alemanes, las regiones italianas, las naciones belgas y hasta las seudoautonomías francesas por ejemplo con un solo tema, aunque De Gaulle dijera en su día que no se podía gobernar un país que tenía 300 variedades distintas de queso. Tranquilos. En cuanto tengamos la vacuna, todo esto será un mal recuerdo. Volveremos al besuqueo y al abraceo, a las multitudes promiscuas, a las barras de bar llenas de pinchos y echando babas y a las comidas familiares incluso con el cuñado patoso o la suegra cascarrabias en una esquina. Pero, me da que a lo que no volveremos será a las videoconferencias y a ese mundo nuevo que nos anunciaban los cursis, los poetas, los analistas y los que dicen saber, aunque no sepan nada, porque lo que nos gusta es la achicoria para todos. Y eso es como la ley de la gravedad. Iñaki Anasagasti © elkarma.eus |
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