julio 8, 2020

Gora Euskadi: Objetivos discretos

Ya he repetido en varias ocasiones que la pretensión más noble a la que pueden aspirar los medios de comunicación, especialmente la prensa, es la objetividad. Es decir, ese principio que exige actuar atendiendo a criterios relacionados con el objeto sometido a consideración y nunca con los sujetos interesados ni con el sentir personal de quien actúa. Aunque no sea por falta de ganas. En resumen, haga sol o truene, chapoteemos en un estanque de prosperidad o nos ahoguemos en un pantano de calamidad económica, gocemos de buena salud o vivamos amenazados por el jinete de la Peste, rezonguemos felices o suframos el exterminio sistemático por parte de una raza extraterrestre, un periódico sólo puede regirse por la imparcialidad y el rigor. Cosa diferente sería que una organización fascista, durante una contienda bélica, por poner un ejemplo, tomase la redacción de tu periódico. Pero no nos pongamos en lo peor que eso no pasa casi nunca.

La cuestión es que la objetividad exige un compromiso que no siempre es sencillo de cumplir. Porque la vida tiende a estar llena de conflictos y contenciosos, y estos tienen la mala costumbre de implicar a varias partes que, ironías de la vida, no necesariamente están de acuerdo. Y claro, el periódico debe informar de los hechos sin tomar partido, porque no se puede tener contentas a las dos partes. Aunque tampoco es plan de desairar a nadie. Es entonces cuando se hacen necesarios la elegancia y el buen hacer periodístico, como el que exhibe el titular de la web de El Correo del 14 de junio: «Preservar la salud de trabajadores y clientes dispara los costes de las empresas vascas».

La cabecera de Vocento, en un contexto de debacle económico-sanitaria (que es como decir erótico-festiva, pero en plan mal), tiene sobre la mesa, por una parte el tejido empresarial, que, por utilizar léxico financiero, las está pasando putas. Por otra, a la masa trabajadora y consumidora, que, por acudir a referentes de la antropología social, las está pasando reputas.
El drama está servido: el trabajo está muy malamente, para trabajar hacen falta medidas de protección, las medidas cuestan dinero, los salarios cuestan dinero, para ganar dinero hace falta trabajar, el trabajo está muy malamente. Así que el diario, que tiene que ser faro y guía del lector y adalid de la sociedad del bienestar, prefiere dejarse de polémicas, centrarse en lo obvio y disimular. A la redactora le ha faltado un subtítulo que rezase «Yo ahí lo dejo», pero habrá considerado innecesario incluirlo. Un trabajo impecable. Porque lo mejor es no pensar demasiado en ello. Ni el lector ni el grupo mediático. Después de todo, muchas de esas empresas que ahora hacen números podrían ser anunciantes del diario. Y, al mismo tiempo, muchos de esos trabajadores, cuyas remuneraciones podrían obstaculizar la adquisición de mascarillas, mamparas e hidrogel, lo primero que van a hacer, si les echan a la calle, es dejar de comprar el periódico. Y claro, si en Vocento se ponen a darle muchas vueltas al asunto, lo mismo deciden que lo de la Objetividad es como lo de la Normalidad. Que ahora toca una Nueva y más adelante ya se irá viendo. Si eso.

Héctor Sánchez © elkarma.eus

 

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