Está presente en productos como el café o los refrescos de cola y su efecto en los humanos es la restauración transitoria del nivel de alerta y eliminación de la somnolencia.
En los hámsters, taquicardias y trastornos adictivos crónicos, pero esa es otra historia.

La cuestión es que desde que el químico germano Friedrich Ferdinand Runge descubrió la cafeína, existe una obsesión por neutralizar sus efectos, en vez de evitar el consumo de los productos que la contienen, cosa ya hacían los hombres prehistóricos, que sabían perfectamente qué cortezas debían dejar de roer para conciliar el sueño por las noches.

Narcolepsia asistida

Sin embargo, no ha sido hasta los años 70 que investigadores del Instituto Max Planck alemán desarrollaron una técnica para eliminar la cafeína del café con dióxido de carbono. Este tipo de dióxido se obtiene al licuarlo por encima de los 310 grados centígrados y de las 73 atmósferas de presión. El resultado es una molécula, el dióxido de carbono supercrítico, a la que todo le parece mal, todo es inapropiado, mal planteado, mediocre, censurable y se pasa el proceso entero poniendo verdes a los técnicos mientras trabajan. En contacto con el café, el alcaloide sale despavorido, diciendo que no tiene que aguantar semejante monserga. Así obtenemos café sin cafeína.

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