septiembre 17, 2020

Grandes Mentiras: 22 – Jack El Destripador era mala gente

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La ignorancia y el afán de criticar por criticar han mancillado la reputación de Jack El Destripador. Le han tildado de mala persona. De pisar el césped y salir de casa sin darle un beso a su madre. Desde esta sección se rompe una lanza para limpiar la memoria de un visionario, científico ejemplar y gran jugador de mus visto.

Nº 1. Investigación y desarrollo
La comunidad científica le debe grandes avances a Jack el Destripador. Mucho más que al Doctor Mengele, dónde va a parar. La extracción de bazo con berbiquí en dos movimientos o el doble nudo Windsor para clampar intestinos delgados se los debemos al afán innovador de Jack.

Nº 2. Pionerismo
Es el precursor de los asesinos en serie. El primero de muchos grandes hombres que iniciaron una tradición. Ed Gaines, el asesino de Milwaukee o Donald Rumsfeld son herederos del legado iniciado por El Destripador, que acabaría integrado en el acervo cultural de las colonias americanas de ultramar.

Nº 3. Emprendizaje
Fomentaría el turismo morboso. Nadie visitaría el deprimido barrio londinense de White Chappel si no fuera para visitar los lugares dónde el altruista Jack operaba de amigdalas sin cobrar. La oficina de turismo del distrito le debe la subvención del gobierno británico. O algo.

Nº 4. Discrección
Nunca se supo quién fue en realidad Jack El Destripador. Pudo haber sido el hijo de la reina Victoria, Winston Churchil cuando se iba de farra siendo un chaval o el tatarabuelo de Luis María Ansón. Es de muy mala educación y pésimo gusto meterse con un desconocido que no puede defenderse. Por muchos machetes malayos que escondiera bajo la capa.

Nº 5. Inspiración
La industria editorial, cinematográfica y chacinera le debe millones a Jack, que nunca vio un duro en concepto de derechos de autor. Libros, cómics y películas sobre el gachó han generado pasta gansa en torno a sus travesuras evisceradoras. Hollywood debería erigirle un monumento, justo entre la maqueta de Tiburón y el glande fosilizado de Errol Flynn.

© elkarma.eus

 

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