Cómo se hace: ¿Cómo se hacen las aceitunas rellenas?
Desde el descubrimiento del fuego y la invención de la rueda, probablemente el mayor avance de la humanidad ha sido el perfeccionamiento de la técnica que permite deshuesar las aceitunas y rellenarlas de anchoa. Durante el periodo en el que los seres humanos eran cazadores – recolectores, las aceitunas debían comerse tal cual, arriesgándose el neanderthal o cromañón de turno a perder piezas de la dentadura (ya de por si maltrecha durante los duros tiempos prehistóricos) con cada ensalada mediterránea que preparaba. Con la llegada del la agricultura, la ganadería, el sedentarismo y los asentamientos humanos permanentes, la especialización de las tareas permitió disponer de más tiempo para la elaboración de los condimentos alimentarios. Así, los humanos comenzaron a domesticar ardillas albinas (e incluso cangrejos ermitaños, muy habilidosos) para cortar parte de la aceituna y rellenarla con anchoas y, mucho más tarde, con pimientos de piquillo. La técnica se iría consolidando con los años y avanzaría hasta desplazar el trabajo animal, tanto por cuestiones de higiene como por cuestiones salariales. La tecnología variaba en función de las coordinadas geográficas. Así, durante la Edad Media, en Europa existían gremios de alabarderos retirados que se dedicaban a cortar y rellenar aceitunas, mientras en el Japón feudal eran clanes ninja los contratados para tales menesteres, que alcanzaban gran destreza (aunque los costes de la importación de la materia prima eran abusivos y esta tarea artesanal fue quedando en el olvido). Desde los tiempos de la Revolución Industrial hasta nuestros días, la mano de obra artesanal se ha visto sustituida por la implementación de máquinas. Ahora las aceitunas se introducen en una máquina, donde unas cintas con diferentes aperturas las van separando según su tamaño. A continuación, las olivas , sobre un plato un plato giratorio, van ocupando su lugar en los pequeños huecos de la cinta transportadora que luego pasarán por la zona de deshuesado, donde un vástago (con diferente grado de parentesco) empuja desde un extremo a otro el hueso de la oliva, separándolo así de la aceituna a rellenar a un ritmo de hasta 900 por minuto. Si bien el proceso ha perdido todo su encanto, es cierto que ha descendido la probabilidad de encontrar uñas y trozo de falange dentro de las aceitunas. © elkarma.eus |
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