julio 18, 2021

Devora y escupe: HipoteCACA

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Una mujer de unos 40 años me contaba hace unas semanas que se compró su casa a los 18 años porque empezó a trabajar desde muy joven en un burger. No fue hasta los treinta, cuando se dedicó a lo que le gustaba. Otra chica de unos treinta y muchos me contaba hace unas horas que después de trabajar durante años en Noruega, acumular empleos mal pagados y llevar una vida nómada, juntó ahorros y se compró la casa en la que vive ahora. Adquirir una propiedad, hoy, me parece impensable. Una idea demente. Más demente que coger un macuto e irme a Noruega sin crédito.

Mi grupo de amigos y amigas está llegando a la treintena. En las conversaciones abundan las hipotecas hasta los 50, los avales familiares, las arras, los créditos, los plazos fijos. Cuando inhalo esas propuestas de futuro y planes irrevocables, mi cerebro abraza ciudades que todavía no ha identificado. La única ansiedad que resiste en mi cuerpo es no tener tiempo para descubrirlo todo. Lo más factible ahora sería coger un tren con un destino muy largo. Dormir. Despertar en un espacio fuera de la creencia y la posesión.

Aurora Díaz Obregón © elkarma.eus

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