octubre 23, 2022

Devora y escupe: Hazte con todos

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Son las 00:00. Espero el bus nocturno para volver a casa. Han pasado 40 minutos desde que llegué a la parada porque en la aplicación de transporte ponía que había a las 23:40. No sé si me retuerce más por dentro la espera, mi escaso entreno en las salidas nocturnas o dos parejas de jóvenes dándose sin parar el lote. Me cabreo porque tengo frío, porque estoy cansada y porque pagar 16 euros de taxi para ir al pueblo no me compensa. A los jóvenes que se morrean tampoco. A una compañera del colegio que llega a la parada a las 00:15 tampoco. Jana y yo íbamos juntas al colegio de monjas. Ahora de vez en cuando nos encontramos por la calle o en el bus.

Ayer agradecí encontrarla porque si no, me hubiese dormido en los casi 45 minutos de trayecto. Hablamos de muchas cosas: el reloj biológico y la soledad de la maternidad sin ser madres. Hablamos de muchas cosas: de otras compañeras del cole que siguen en la droga, de otras que huyeron del pueblo, de las estiradas, de las majas, de las casadas, de las hipotecadas, de las que andan en paradero desconocido, de las que no saludan, de las que eran listas. Como puzzles de una misma colección, las historias de los pueblos se clonan en cualquier ámbito geográfico.

Aurora Díaz Obregón © elkarma.eus

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