diciembre 26, 2022

Debajo de la Palmera: Los hombres y las mujeres burbuja

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Se notan más cuando en el horizonte hay elecciones. Flotan en los vaivenes de la política con suavidad de nenúfares. Nadan con elegancia de cisnes. Escapan a los compromisos ideológicos, a las responsabilidades administrativas, a las lealtades de partidos y a la gratitud personal. Son rotundos en sus declaraciones sonoras y, naturalmente, vacuas. Saben sonreír. Son acomodaticios y amables, buenos anfitriones, alegres comensales y su esfericidad se reviste, siempre, de una iridiscente cutícula de cultura de best sellers, y de restaurantes famosos. Se les ve en todas las letras negritas de los periódicos. Sonríen acartonadamente y están preocupados por la guerra de Ucrania pero no han dado un euro para subvenir alguna que otra necesidad de los dolientes. Preparan las nueve comidas que harán con sus amigos antes de la Navidad. Se les requiere. Sin ellos parecería que falta algo.

No sólo se les acepta, sino que se les busca, se les requiere: ellos son el gas que transforma el sencillo vino blanco en champagne. Tienen, además, la utilidad de los instrumentos de medición, pues anuncian con su adherencia a las personalidades con futuro cierto: las burbujas se pegan siempre de los fuertes y de los que van a triunfar. Por eso, un rosario de hombres y mujeres burbujas es el alba que precede a la llegada del nuevo líder, del nuevo afortunado/a, del próximo candidato/a con posibilidades de victoria.

Su compañía es equivalente al relincho del caballo que dio el trono a Ciro. Su saludo no es a los gladiadores que van a morir sino al César que va a dominar.

Como decía aquel político gallego, no se quiénes, pero hemos ganado.

El problema y el único peligro que corren los hombres y mujeres burbujas, es éste: que de vez en cuando los pueblos afilan pinchos y los hacen estallar. Y digo yo: ¿No se oyen ya, por casualidad, en alguna parte, los chirridos de las piedras de amolar?

Todo es cuestión de tiempo.

Iñaki Anasagasti © elkarma.eus

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