enero 2, 2023

Gora Euskadi: Lecciones para el futuro

El lector medio de prensa podía empezar a pensar en lo que puede hacer él por los medios y no tanto en lo que los medios pueden hacer por él. Pero el periodismo escrito sabe que el consumidor de periódicos es egoísta y tiende a que se lo den todo hecho. Es más, con esta moda de la fantasía, los superhéroes y los maratones de series de Netflix, puede llegar a creer que lo que lee es una ficción, con una presentación enigmática, un nudo inquietante y un desenlace esperanzador. Que lo aparente es engañoso y que lo obvio oculta una realidad multifacetada inasequible al lector. Entonces es cuando debe intervenir, una vez más, la prensa. Para despertar al usuario del diario, con un sopapo, de su incertidumbre optimista. Eso es lo que hizo un diario de Vocento el sábado 12 de noviembre, cuando titulaba una información a cuatro columnas “El Banco de España advierte sobre el impacto de la crisis en los vulnerables”. No fuera a pensar el lector interpelado que las cosas se le iban a arreglar antes de los títulos de crédito. Todo es lo que parece. Los gigantes son gigantes y los molinos, con permiso de Gamesa, molinos.

El periódico no da puntada sin hilo y aprovecha la ocasión para mostrar dos realidades que son al mismo tiempo dos lecciones. La primera es que la ciudadanía siempre está demasiado tentada de aplicar juegos psicológicos. Corre el riesgo de convencerse de que la crisis sin precedentes que se eleva sobre el horizonte como el tsunami de Lo imposible no va a ser para tanto y que alguien hará algo para que las personas y familias más desfavorecidas no terminen viviendo debajo de un puente a base, con suerte, de mondas de patata hervidas. Que, a pesar de lo que indicaría la intuición, la mal llamada clase media empobrecida aguantaría el tirón porque al final nunca pasa nada. La segunda lección es que hay que repasar un poco esa aritmética. Si el Banco Central Europeo (el auténtico villano de esta historia, que insta a los bancos ordinarios a dejar de organizar pasacalles en los que se regala dinero a los transeúntes y les obliga a hacer cosas feas y capitalistas), que, al contrario que Dios, aprieta y ahoga al mismo tiempo, sube los tipos de interés y, por lo tanto, se incrementan las cuotas de los préstamos, el ciudadano tendrá que dedicar un porcentaje mayor de su dinero a devolver préstamos y pagar la hipoteca. Es cálculo de primaria en el que podíamos no haber caído, pero que el grupo Vocento nos recuerda con ese afán pedagógico que le caracteriza. También podríamos pensar que si los bancos redujesen sus márgenes de beneficio y menguasen la cuantía de los bonus de sus consejeros ejecutivos, el asunto se podría compensar de modo que el impacto no recayese exclusivamente en el cliente. Pero de ahí a creer que lo que toca es colectivizar la propiedad privada y exigir la socialización de los medios de producción va un paso y hasta ahí podíamos llegar.

Habría que esperar hasta el viernes 9 de diciembre para la tercera lección. La que se extrae del texto titulado “Por qué es tan importante que alguien que vive en la calle tenga un móvil”. La perspectiva de la pobreza no debe disuadirnos del consumo. Tampoco tiene que ser una tarifa muy elevada pero que al menos tenga datos ilimitados. Que en la intemperie nunca se sabe dónde vas a captar WiFi. En cualquier caso, no olvidemos lo importante. No todos los bancos son iguales. Algunos sí que se preocupan por ti. Como los bancos de alimentos.

Héctor Sánchez © elkarma.eus

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