Hay comics cuyo componente fantástico se diluye con el tiempo según la realidad se va metamorfoseando en un escenario mucho más cercano a lo que acontece entre viñetas que a lo que antes nos atrevíamos a llamar vida cotidiana. Cuando en 2009 Image, la editorial surgida de la disconformidad de los autores con las políticas autorales y de producción de Marvel y DC, decidió publicar la serie de los prácticamente desconocidos John Layman (guión) y Rob Guillory (dibujo), el retrato de un planeta diezmado y paranoico a causa de una pandemia, en este caso la gripe aviar, que había obligado a las autoridades del planeta a prohibir el consumo de carne de pollo, pavo o cualquier otro animal con plumas, parecía algo rocambolesco surgido de una mente demasiado enferma como para albergar esperanza de curación.

El covid ha hecho que, seis años después de que finalizase la serie, esta sea casi un retrato costumbrista del día a día de un policía que, cosas de la vida, es cibópata. Es decir, cuando come algo es capaz de saberlo todo sobre el proceso de ese trozo de alimento, incluido el nacimiento del ser vivo de origen, lo mismo da si se trata de una zanahoria, de un solomillo de ternera o del dedo de un humano asesinado en extrañas circunstancias.

Comic de autor exquisitamente escrito y con un apartado gráfico sobresaliente gracias a la destreza de Guillory para dibujar, con un estilo cercano al cartoon, escenas desternillantes y estampas que harían vomitar a una cabra. No faltan chefs estrella, críticas culinarias, agentes de la NASA, vampiros ni extraterrestres. Como la vida misma.

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