Debajo de la Palmera: Le gustan las kokotxas pero no el euskera
Pedro Muñoz Seca fue un autor teatral español con más de 167 comedias estrenadas. Monárquico y suscriptor del ABC gustaba de la ironía y del humor y aunque había nacido en el Puerto de Santa María y vivía en Madrid, como a buen cortesano le encantaba San Sebastián, donde acudía en verano con su mujer y sus nueve hijos. ¡Aquellas eran familias! El caso es que se enamoró de una Villa en Ondarreta cerca de uno de sus amigos que tenían una casa con el nombre de Toki Ona (Buen Sitio) y de los Satrústegi propietarios de la villa Toki Eder (Lugar Hermoso). Ante aquello quiso bautizar su casa con el nombre de “Toki El Timbre”. Desgraciadamente fue fusilado en Paracuellos del Jarama en plena guerra civil y no llegó a consolidar su gracieta. Su nieto es el escritor Alfonso Ussía que se ha convertido en el epítome de la carcundia madrileña, untando su pluma en una muy destilada y ácida bilis tan propio de la guerra de trincheras en la que vivimos, por lo que si esto escribía su abuelo, jugando con el euskera, me imagino lo que habrá pensado y escrito este caballero medieval sobre el uso del “vascuence” en las Cortes Generales españolas tras la muy graciosilla intervención de Borja Sémper que nos dijo en euskera que allí no había que usarlo porque todos sabemos castellano y este idioma se habla en el mundo. Curioso. Si por cuestión de hablantes se trata habrá que anotarse al chino o al japonés. De hecho a mí una vez me llamaron Nagasaki. Mi estancia en Madrid me ha ilustrado sobre esa simpatía primaria que hay en la capital del reino de las Españas sobre lo vasco. Todos tienen o un apellido vasco, o un pariente vasco, o un amigo vasco, o pasan las vacaciones en Amoroto, o les gustan los chistes de bilbaínos o de forzudos levantando piedras o nos hablan de la matrona de Aulestia que le enseñó a su madre a hacer unas kokotxas y fue una cocinera de Ondarroa y todo así, aunque con la condición de que la cosa no vaya a mayores y los habitantes de esa tribu tan rara no se les suban a las barbas y traten de hablar ese jeroglífico lenguaje nada menos que a doscientos metros de la Puerta del Sol. ¡Faltaría más! Es curioso que a estos buenos españoles se les llene la boca hablando de las lenguas cooficiales, necesitadas de “respeto y protección”. Ese artículo dos de la Constitución hispana tan cariñoso para el euskera, catalán y gallego no lo han leído los diputados de Vox que echaban el pinganillo al escaño de Sánchez, como si se trataran de jugadores de cesta punta arrojando la pelota en el frontón o los diputados del PP que se ponen de los nervios cuando desde sus sonoros apellidos vascos te recriminan que si sabes castellano no utilices la lengua del caserío, que por eso Adán y Eva en el Paraíso se tuvieron que marchar del Edén. Y es curioso porque en Bruselas no hay un solo parlamentario que no sepa inglés o francés pero todos quieren tener su casetita con la traducción simultánea del letón, el maltés, el gaélico o el noruego porque así se lo demanda la tribu que él o ella representan. Mi experiencia del uso del euskera en el Senado era tan graciosa como escuchar a doctos senadores que me decían que nunca habían oído hablar seguido lenguaje tan cerrado donde no entendían ni papa y eso les hacía pensar pero no cambiar su voto. Ocurre lo mismo con el castellano. No he conocido a nadie de un partido distinto al orador que tras escuchar los argumentos del contrario le hayan convencido de nada y haya cambiado su voto. Y eso que el recinto se llama Parlamento y de lo que se trata es de parlamentar, es decir, de hablar y de convencer con la palabra. Como se entra en el hemiciclo se sale de él por lo que para ese viaje da lo mismo hablar en andaluz ceceante que en euskera batua. Para ese viaje sobran las alforjas. De todas formas, algo se ha avanzado en sistemas tecnológicos y pronto hablaremos en cualquier idioma y la traducción con el chip será al instante. Era el viejo sueño de los esperantistas con su idioma universal, idioma que es en la actualidad el del Tío Sam. De momento estamos como estamos. Enguerrillados. De vivir el bueno de Muñoz Seca lo más probable sería que propondría cambiar las casetas de traducción simultánea por “Tocador de Cataplines”, como su casa en Donostia “Toki el Timbre”. Todo se andará. Iñaki Anasagasti © elkarma.eus |
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