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La política tiene la virtud del eterno retorno. En realidad, es una cualidad ligada a aquellas personas que la ejercen. No hace falta que pase mucho tiempo para que se muestre abiertamente la pocilga en que en más ocasiones de las deseables se desempeñan sus protagonistas.
Así ha sido desde tiempos inmemoriales y probablemente nunca dejará de serlo. Sucede, pero, que en ocasiones se provocan más daños de los habituales. Ladrones y aprovechados han existido siempre. Tarde o temprano sus andanzas salen a la luz, para asombro del ciudadano medio y desconsuelo de quienes la ejercen limpiamente. Hasta ahora en el mejor de los casos, caían en el descrédito y en ocasiones pasaban un tiempo a la sombra.
Pero en este momento, qué se puede decir de quienes no solo han robado -haciendo gala de su zafiedad y machismo deplorable- sino que además serán responsables de que el poder quede en manos de una derecha extrema dispuesta a acabar como sea con los pocos o muchos avances sociales conseguidos en las últimas décadas, de la mano del impactante avance de la reacción autoritaria mundial.
¿Quién asumirá la carga del espanto que nos espera?
Miguel Fernández © elkarma.eus
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