octubre 2, 2025

Debajo de la Palmera: Ejercicios para barrigones

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La última genialidad que he escuchado para ir disminuyendo la barriga cervecera es tomar Txakolí. Me dice mi amigo que le va muy bien. Mejor le va al de la tasca donde compra este magnífico vino blanco que nació como un vino rasposo, cultivado en las lindes de los caseríos, y que un enólogo le recomendó a un cosechero de Bakio que ”para que el txakolí guste y se venda le tiene que gustar a las mujeres. Pónganle un poco de aguja, afrútenlo un poco y ya verán”.

De ese consejo nació el Txakolí actual que es exportable y, bien frío en verano, entra como un tiro de escopeta de feria. El caso es que este amigo había adquirido en la librería de debajo de su casa un pequeño libro de sugestivo título. Cómo rebajar Barriga en 30 días. Obsérvese que no aludía a los kilos sino sonoramente a la “barriga”. Sí es verdad que como subtítulo en portada se advertía que se trataba de “fáciles y agradables ejercicios que le darán una línea estética a su abdomen”. Un gancho algo más fino.

A mi amigo la estética de su abdomen no le importaba demasiado, salvo superar las broncas de su mujer y los pinchazos dialécticos de la suegra el día de Noche Vieja, aunque sí le interesaba bajar algunos centímetros de barriga a efectos de poderse atar las cintas de los zapatos y recoger objetos que se le caen al suelo sin perder el aliento y sin sentir que se le saltan los ojos, por no hablar de la comodidad al entrar y, sobre todo, al salir de un coche.

Lo que más le atrajo de aquel librito para reducir volumen fue que en la introducción advertía que era un error basar todas las esperanzas de adelgazamiento en un régimen cuartelero alimenticio de feroz dieta. ¡Albricias!, se dijo.

“El cuerpo humano -decía- precisa de vitaminas, sales minerales y alimentos ricos en proteínas para conservar la fuerza, la salud, y sobre todo el buen humor. Por lo tanto, es peligroso suponer que se puede eliminar un vientre dilatado y prominente solo mediante una rígida dieta. La barriga se debe simplemente a una dilatación de la pared abdominal y a un exceso de grasa que no se ha eliminado. En consecuencia, la verdadera, la más cómoda y la más saludable receta es el ejercicio físico.

Mi amigo, tras leer esto y comprobar que no se trataba de un régimen alimenticio en base a lechuga, medio tomate y un pepino con alpiste, sin más trámite pidió que le envolvieran el libro.

Nada más llegar a casa, sin embargo, pudo percatarse de que el mágico sistema de adelgazamiento tenía sus bemoles. El hombre al comprarlo pensó que se trataba de simples ejercicios físicos sencillos, tales como acostarse en el suelo, elevar las piernas y moverlas como si fuera uno en bicicleta o bien el de doblar el cuerpo por la cintura varias veces, como hacen los pelotas en sus reverencias a los peces gordos de la política, la economía o el fútbol. Pero no. Los ejercicios prescritos en el libro en cuestión, eran más propios de artistas del Circo del Sol y no para honrados y pacíficos padres de familia que se pasan el día sentados ante una pantalla, en el café o en el bar y que el único esfuerzo que han hecho en los últimos treinta años es el de afeitarse y el de empujar un cochecito.

Y como para muestra vale un botón, transcribo lo que me contó de una de las acrobacias que precisamente hizo que se le saltaran, no uno, sino todos los botones de la camisa. El ejercicio se llama gráficamente El Puente. “Tenderse sobre la espalda, con las piernas dobladas y los pies junto a la región glútea. Doblar los brazos hacia atrás y colocar las palmas de las manos sobre el piso y debajo de la cabeza”. Solo para lograr esta postura se necesita ser yogui cuando menos y a él le costó media hora de ensayo y la aparición de una hernia.

Siguió haciendo acrobacias y quedó atrapado en una de ellas. Además de quedar la cabeza colgando entre los brazos en lugar de tres segundos estuvo dos horas bloqueado de tal forma que cuando llegó su mujer, tras el grito del susto le enderezó con un golpe seco del cual aún no se ha recuperado.

Tras la espeluznante experiencia decidió tirar el libro por la ventana y se ha quedado satisfecho con su barriga y tomando Txakolí como un descosido. Le han hecho representante del Txakolí El Potolo. Y le va bien. Cuenta la historia y a la gente le convence.

Y es que no hay nada como consumir productos con Label vasco de cercanías.

Iñaki Anasagasti © elkarma.eus

 

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