abril 24, 2017

Juego de niños: Máquinas

columna_elene_cabecera_gr

Dos calles más abajo de mi casa han abierto una tienda de música. Entre una degustación –donde, por cierto, el café está buenísmo- y una carnicería –donde suelo comprar el jamón de york- alguien se ha liado la manta a la cabeza y ha decidido ofrecer alimento para el espíritu. Lo cual me sorprende y alegra al mismo tiempo. Tiene su mérito vender partituras, metrónomos, flautas y guitarras en un barrio donde hay una frutería cada doscientos metros y una peluquería cada trescientos. Que esa es otra. Parece que en este pueblo nos pasamos la vida comiendo fruta y tiñéndonos el pelo.

Por mi parte, me regocijo cada vez que paso por delante del escaparate. Eso tiene que ver con cierta fascinación por los instrumentos musicales. El mundo está lleno de máquinas prosaicas y las hay para todo tipo de fines. Para cualquier fin que usted se plantee: enlatar sardinas, provocar masacres, volar por el aire o sacar los huesos a las aceitunas. Pero qué decir de una máquina -ya sea de viento, cuerda o percusión- capaz de producir notas, acordes, ritmos, melodías. Claro que para eso otra máquina de carne y hueso debe ponerla en marcha. Es decir, debe saber para cada nota dónde, cuándo y cómo tocar. Doble prodigio, se mire por donde se mire.

Elene Ortega Gallarzagoitia © humorenlared.com

 

Pincha aquí para ir a otras columnas de Elene Ortega Gallarzagoitia

Pincha aquí para ir a las columnas de los colaboradores más buscados