Puños fuera: Ruidos
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Vivo de siempre en un barrio chirene pero cañí. A la mañanita levantamos la manta al son de la diana del Gobierno Militar, izando cada día su rojigualda cara al sol. En breve, la megafonía de la escuela marca la hora del encierro. Al caer la tarde, las campanas de la parroquia desempolvan su apolillada clientela. Y en festivos, los clarines del coso taurino amenizan nuestras vidas con sus toques a muerte. Los ruidos del barrio, siguen marcados a hierro. Bajo ellos, también otro ruido. El del retumbar del continuo trasegar de las trolleys, las maletas con ruedas, chocando contra la baldosa, icono sentimental de la villa. Aunque las trolleys de mi barrio no son maletitas viajeras hacia cualquier destino low-cost con el que distraer por cuatro días el tedio. Son maletones que anuncian la eterna mudanza de quienes sobreviven en pisos compartidos atestados de paisanos o en pachuchas habitaciones con derecho a empadronamiento. Porque, como los trabajos, las viviendas duran poco y el éxodo de la temporalidad pone de nuevo en marcha la trolley. El eco de sus ruedas contra la baldosa, sintonía de barrio, es el run-run atronador del secreto a voces: el Malestar. Jtxo Estebaranz©humorenlared.com |
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