De acuerdo, no soy tan ingenuo como para pensar que las películas no esconden una intencionalidad velada, oculta entre los pliegues de su argumento y puesta en escena. Pero a mí que no me vengan con historias. La obsesión por escudriñar el subtexto con lupa y señalar con el dedo acusador (confiando en que no se vea mucho la roña de la uña) es de gente a la que el cine se la sopla y tiene que entretenerse con cuestiones accesorias y ajenas a la trama. (Más…)

Hace unos años se inició una tendencia cinematográfica conocida como mumblecore. Como ya hiciera el Dogma danés, pretendía crear una nueva manera de hacer cine, más naturalista, profundamente entroncada con el cine indie de los 90. Tramas pequeñas, que buscaban contar historias cotidianas. Como el infierno está empedrado de buenas intenciones, el resultado han sido un puñado de filmes infumables en los que a los actores, en su afán por reflejar la realidad y huir del artificio de la interpretación, no se les entiende lo que dicen.

(Más…)

Una pena que el cine comercial haya decidido ir a lo seguro y continuar apostando por tirar de franquicia, secuela, reboot o modernización de viejas producciones. También están las películas based upon a true story, pero sólo acuden a historias añejas, que ya se han enfriado (Spotlight, Yo, Tonya, Foxcatcher…) y, al recalentarlas saben a microondas. No se atreven con los culebrones actuales. Como, ahora que está tan de moda el rollo meta, contar el asunto de la compra de Fox por parte de Disney. Una historia de ambición, superhéroes, grandes corporaciones, ratones parlanchines, depravación, acciones y escándalos sexuales. (Más…)