La historia de la olla a presión es la historia de la lucha del ser humano por tener que esperar menos a que los garbanzos y el pollo estén correctamente cocidos para poder empezar a comer antes de que terminase el telediario y, sobre todo, antes de que la gusa hiciera que los especimenes más impacientes del homo sapiens esquilmaran la despensa de las cosas de picar antes de que terminase el invierno. Algo fatal para una sociedad nómada que ni pastoreaba, ni cultivaba la tierra, ni salía aún de potes al mediodía.
El primer caso que se conoce de olla a presión data del año 1679. El físico anglo-francés, Denis Papin, se encontraba diseñando un robot gigante accionado por vapor para subyugar a las naciones europeas, que aún estaban rebotadas entre sí después de la Guerra de los Siete Años. Aunque el robot fue un fracaso y apenas fue capaz de arrasar un par de aldeas campesinas, la experiencia le sirvió a Papin para constatar que si cocía los alimentos en un recipiente metálico herméticamente sellado y utilizaba presión de vapor para incrementar el punto de ebullición del agua, estos se cocinaban mucho más rápido. Así, aunque el científico no pudo ver cumplido su sueño de entrar triunfante en Berlín a lomos de un humanoide mecánico de 30 metros de altura, sí entró en el salón de la fama de la optimización de recursos en el campo de la hostelería. (Más…) |