enero 2, 2022

Gora Euskadi: Adiós, muchachos

Uno de los máximos deberes de la prensa libre es la defensa del desvalido. Del desprotegido. Del inane ante el mundo, hostil y depredador, que le rodea. Los medios de comunicación, como es bien conocido, siempre saben revolverse hasta zafarse de la correa con la que les aferran los poderes establecidos. Es el sagrado deber del cuarto poder. Los periódicos se caracterizan por driblar el marcaje implacable a que les somete la dictadura del anunciante y la entidad financiera que gestiona su solvencia económica. Siempre, como digo, para proteger al ciudadano o colectivo abrumado por el peso de la sociedad. Pero esa salvaguarda del desamparado puede hacerse con humor y desenfado, porque el chascarrillo y la chanza ayudan a tragar esa píldora amarga que es asumir que vivimos en un cosmos que persigue al diferente. Aupado en la autoridad moral que le caracteriza, y que le sirve de bitácora y sextante para navegar en la negra noche de la injusticia, el diario El Correo dedicó el miércoles 8 de diciembre un desplegable para documentar el semblante de José Ignacio Munilla, anterior obispo de San Sebastián, recolocado en la diócesis de Orihuela-Alicante cual vulgar trabajador de La Naval de Sestao. De entre todas las páginas destaca la 34, con un texto central a cinco columnas titulado “Un mandato de difícil comunión”. El ensalzamiento de la diferencia a través del humor. Cómo no querer a la cabecera de Vocento.

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octubre 11, 2021

Gora Euskadi: Giro inesperado

El ciudadano de a pie, cándido y confiado de los parabienes que la vida le reserva, camina demasiado a menudo con una venda en los ojos que le impide ver lo que la verdad esconde. Un paño de exceso de confianza que le hace creer a la persona, en su ingenuidad, que habita un mundo mucho más apacible y seguro de lo que en realidad es. Un trapo de ignorancia que le hace vivir en ese placentero lugar donde todo es lo que parece. Y ahí es donde entra la prensa, más reflexiva que las frívolas radio y televisión (no hablemos ya de los confidenciales de internet) para desprender la venda del individuo, bien con un mero zarandeo de hombros, bien con un bofetón epifánico. Todo metafórico, por supuesto. A priori. Y en esa sagrada tarea emancipadora andaba el diario EL CORREO cuando el pasado viernes 17 de septiembre dedicaba toda una página a la información que titulaba “Cuando las drogas están en el botiquín de casa”. El texto tenía como misión alertar al lector de que nuestros adolescentes, seres aviesos y ladinos, no limitan sus tropelías y despropósitos a los incivilizados botellones o al consumo desmedido de drogas ilegales. Esos cachorros desagradecidos también aprovechan para esquilmar el botiquín familiar con frenesí dionisiaco en busca de ansiolíticos y otro tipo de substancias farmacéuticas para evadirse de la realidad. Afortunadamente ahí esta el diario de Vocento para revelar, en un anti intuitivo giro de los acontecimientos, que las dogas legales son drogas.

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julio 11, 2021

Gora Euskadi: El terror de los pensionistas vivientes

El periodismo que se considere así mismo serio y responsable debe permanecer alerta, cual aceitado surfista, mientras otea el horizonte desde la orilla de esta playa que es la actualidad. Las diferentes olas del devenir humano deben ser detectadas e identificadas cuando son una mera promesa burbujeante, una sutil ondulación en el agua, para poder cabalgarlas antes de que rompan. No es una tarea fácil, porque la prensa no sólo debe ser capaz de localizar la mencionada ola sino que, una vez coronada su cresta, tiene que mostrar a sus lectores la envergadura de esa onda cabalgada, que hay mucho ágrafo y mucho lector en diagonal que no alcanza a entender su gravedad (mucho menos la metáfora) hasta que el golpe de mar se lo lleva por delante haciéndole la lavadora. Dicho esto, la búsqueda incesante de tendencias noticiosas es una tarea infinita y tan pronto se disuelve una hay que andar descubriendo otra. Por eso el grupo Vocento, prevenido de que la pandemia se va desinflando poco a poco, y de que el culebrón de Rociíto no da ya mucho más de sí, está presto a apuntar, cual perdiguero de Burgos haciendo la muestra, a nuevas catástrofes que mantengan en tensión a sus fieles seguidores, no vayan a pensar que esto es Jauja y el peligro ha pasado. De este modo, el martes 15 de junio, el periódico El Correo, titula una información a triple columna «El número de pensionistas vascos crece el doble que el de cotizantes». Porque el diario no da puntada sin hilo. Parece querer decirnos que de la pandemia a lo mejor hemos librado, pero estamos a las puertas de otro apocalípsis, mucho más peligroso que la peor pesadilla de Lovecraft o de Zack Snyder. Nos previene contra el terror de los pensionistas vivientes.

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