Habrá que intentar un día la difícil tarea de penetrar la historia de las ideas políticas, que es la de las distintas ideologías que fueron proclamadas y alteradas en su ejecución desde el siglo pasado, y, particularmente, el confuso contenido de los programas y planteamientos de los partidos dominantes desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, sobre todo durante los largos años en que se hizo sentir la poderosa influencia deformadora de la Guerra Fría.

La mayoría de los movimientos políticos que han llegado a dominar en ese tiempo se caracterizan por la vaguedad de sus planteamientos ideológicos y la distancia cada vez mayor entre la ideología proclamada y las peculiaridades de la realidad histórica.
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Marine Le Pen en Francia, Geert Wilders en Holanda o Frauke Petry en Alemania manejan dos argumentos básicos para captar votos y silenciosas adhesiones. Uno, censurar el despilfarro del Estado de Bienestar con los extranjeros que no cotizan para su sostenimiento. El otro, atacar el buenismo tolerante con los musulmanes. Aunque concedan que no todos los mahometanos son yihadistas, un día progre lo tiene cualquiera, creen que la islamización debe ser detenida.

Se atribuye al novelista norteamericano Mark Twain la sentencia “la historia no se repite, pero rima”. No es nuevo que en Europa, a resultas de una brutal crisis, aparezcan demagogos dispuestos a edificar un paraíso para sus compatriotas. El reboot se sirve hoy como siempre: a costa de medias verdades, mentiras completas y estereotipos, no tan diferentes de los que hace unos días se vertían en un programa de la televisión pública vasca. La que pagamos todos. Nos sintamos solo vascos, medio vascos, medio españoles, españoles del todo o simplemente cansados.

Julio Albitre Polo, director de EL KARMA.

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