Cuando un grupo, además medio neozelandés, lanza un disco debut impecable, a continuación crea un segundo trabajo de la calidad de II y ahora saca al mercado este trozo de divinidad funk psicodélica, no queda más remedio que acudir a la sombrerería más cercana a tu casa, comprarte el tocado más solemne que tengan y así poder descubrirse ante semejante portento musical. Los UMO no vende ídem, y de hecho su evolución desde el primigenio pop lo-fi con funk y R&B (que nunca han abandonado) hasta un estilo que se aproxima a un soul retrofuturista es apabullante. Si esto era el poliamor que cunda el ejemplo y proliferen las orgías musicales.

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EL KARMA: Cuándo cantáis “vamos a empezar la revolución”, ¿estáis pensando en el panorama musical o en la situación política y social en general?
L.H.D.: Sobre todo en la situación política. La música es nuestra pasión y aunque necesita de vez en cuando alguna que otra revolución, para nosotros no es tan necesaria en este momento como la política. Aunque seguro que una revolución musical en ese sentido ayudaría a que hubiera un cambio político.
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El Toubab es un trotamundos, y si bien sería un pésimo contable, al preferir las monedas sobre los billetes por el tintineo que las primeras producen al depositarse en la gorra de un música ambulante, frente al mudo aleteo de los segundos (no hablemos ya de las transacciones bancarias), no se le puede negar el mérito de saber componer piezas bellas con economía de medios. Por aquello del “solo no puedes, con amigos sí”, para su último disco, Sonido de Monedas, ha sabido rodearse de músicos a los que no tenía el gusto de conocer pero con los que ha sabido hilvanar una madeja de ocho temas delicados, amables y, sobre todo, honestos.

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