La industria del cine se encuentra perdida cual proverbial pulpo en el no menos proverbial garaje y apuesta sin arriesgar. Lo que es un riesgo en sí mismo. Convencida de que rentabilidades pasadas sí asegurarán rentabilidades futuras, se suma al carro de Bohemian Rhapsody y Rocketman para rebañar taquilla con biopics. Pero sin la audacia de Un hombre para la eternidad (¿Tomás Moro? ¿En serio?) ni el gusto por la originalidad dramática, ya dentro del género musical, de El ocaso de una estrella (ver sufrir a Billie Holiday es catártico). Así que se lanza a producir la enésima película sobre la peripecia vital de Elvis, porque, se conoce, del señor de Tupelo que pasó de ser un figurín con caderas multitarea a una nutria vestida con buzo blanco de flecos no se había dicho la última palabra. (Más…) |