Un vecino del municipio vallisoletano de Montemayor de Pililla que había decidido deconstruirse ha descubierto, no sin cierta incomodidad, que tras completar el proceso de remontaje le sobraban piezas. El hombre se encuentra muy preocupado porque en principio no parece que esas piezas, concretamente una arandela y dos tornillos, sean imprescindibles pero teme que sin ellas el montaje final haya podido perder estabilidad. “Me cago en la puta, es que no veo que vayan en ningún sitio. Joder, siempre la misma mierda, para que me dejaré enredar en estas cosas, con lo bien que estaba yo antes”, ha declarado el hombre deconstruido mientras golpeaba las paredes de casa con el puño.

El suelo de cristal

El individuo ha comunicado que piensa demandar a los responsables del taller de Nuevas Masculinidades al que había acudido “para no tener que aguantar más a mi hija, que me estaba poniendo la cabeza como un bombo con lo del heteropatriarcado y no me dejaba ver el fútbol tranquilo” por no advertirle de los riesgos. “Me cago en lo de que revisar nuestras formas de vincularnos con otros nos permite conectarnos mejor con nuestros propios deseos y renunciar a la violencia que hemos ido incorporando y que se ha vuelto tan constitutiva de nuestra identidad. Como al final me acabe pasando algo juro que voy y me pongo a repartir hostias”, argumenta el hombre, muy ofuscado porque tampoco se aclara con los programas de la lavadora.

La mujer del hombre al que le han sobrado piezas ha comentado que su esposo no había querido seguir el plano de instrucciones para deconstruirse “porque decía que no podía ser tan difícil”, pero que después de la que le montó a aquella dependienta del Ikea en Navidades pasa ya de decirle nada.

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