La Asociación Nacional de Empresas de Mudanzas (ANEM) ha culpado del alarmante descenso de facturación de su gremio a los tiempos de incertidumbre internacional que asolan el alma, la voluntad y las expectativas de futuro de la ciudadanía. La declaración ha tenido lugar durante las XXXII Jornadas Conmemorativas de la Vida de San Ignacio de Loyola, que comenzar0n el pasado viernes 24, coincidiendo con el aniversario de la toma del castillo de Pamplona. El conflicto de Gaza, las imprevisibles ramificaciones de la guerra de Ucrania, la ventaja electoral de Trump, el auge de la extrema derecha, la subida generalizada de precios o el enconamiento del Cambio Climático son sólo algunas de las tribulaciones que desaconsejan hacer mudanza, para desesperación del sector.

Cuesta arriba y sin ascensor

La crisis que atraviesa el gremio de las mudanzas ha pasado de ser preocupante a poner al borde de la quiebra a un gran número de empresas del ramo. “Todo empezó con la pandemia. El confinamiento no ayudó. Pero pensamos que sería algo pasajero y que la vida en el planeta no tardaría en volver a ser tan maravillosa como era antes del COVID. Esto no lo vimos venir”, confiesa Toribio Manán, tesorero de ANEM.

ANEM cree que la culpa de esta situación no la tiene exclusivamente la tesis inmovilista de la escuela económica jesuita sino también la propia naturaleza humana “siempre solidaria y comprometida cuando no conviene”. La Asociación considera que “el gran cáncer que afecta a nuestro colectivo son todos esos amigos y familiares que se ofrecen desinteresadamente a poner sus coches, furgonetas y su propia fuerza de trabajo al servicio de las pocas personas que se atreven a contravenir los postulados de San Ignacio. Los muy hijos de puta”, concluye Manán.

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