El Quórum de los Doce Apóstrofes del Movimiento de los Saldos de los Últimos Días, más conocidos como borbones, ha emitido una encíclica interna mediante la cual se conmina a todos los miembros de su comunidad a recorrer calles y ciudades en parejas, en calidad de misioneros, para hacer proselitismo de su obra y captar fieles a la causa. La nueva norma, que se aplicará de manera inmediata, persigue restaurar la mala imagen del movimiento entre algunos sectores de la población y tratar de restablecer su papel en la toma de decisiones, que desde los disturbios de París de 1789 se ha ido debilitando paulatinamente más que la cadera de un septuagenario de vacaciones en Botsuana.

Con orgullo y satisfacción

Los misioneros, ataviados con un austero outfit compuesto por pantalón negro y camisa blanca con su nombre en una placa, captarán a gente en la vía pública. Entre los preceptos que predicarán, extraídos del Libro del Borbón, estarán la santificación la cinegética de paquidermos, la obligación de peregrinar a Abu Dabi al menos una vez en la vida y la abolición de los cortapuros con forma de guillotina. “Por preferir, yo preferiría ir a un after de Puerto Banús, pero si los viejos se empeñan en que me vaya de misiones pues ajo y agua…”, expresa Felipe Juan Froilán de Marichalar y Borbón, uno de los llamados a cumplir el edicto.

El nuevo dogma no sólo tendrá una función proselitista sino también una voluntad ecuménica que busca la instauración de la unidad de los borbones, que ya ha encontrado los primeros escollos. “Pues no dicen los de la Comunidad Carlista de los Remanentes que quieren salir a la calle con una boina roja. No ganamos para disgustos”, afirma Luis Alfonso de Borbón, a quien se le acumula la tarea en la Fundación Francisco Franco.

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