Instagram ha sorprendido a su más de 1.200 millones de usuarios al modificar de forma súbita las preferencias y condiciones de uso de la aplicación. La red social de Meta ya no permite publicar fotos, historias ni videos de las vacaciones si se están pasando en el pueblo. Instagram trata así de preservar su imagen de plataforma hedonista para personas con glamour, muy deteriorada por culpa del conocido como “turismo de resignación”. El hecho de que cada vez más gente tenga un poder adquisitivo depauperado que le impide viajar a lugares exóticos, obliga a gran parte de la ciudadanía a pasar julio y agosto en la casa del pueblo, bañarse en la acequia y bajar al bar por la noche, algo que la red social considera “ordinario” y contra lo que desplegará un filtro de censura.

Un poquito de gusto

Gracias al sistema de geolocalización y a la nueva actualización del algoritmo de Instagram potenciado con Meta AI, las fotos y reels de cortinillas de canutillos de plástico, veraneantes en traje de baño remojando los pies en una alberca, crucifijos colgados sobre camas de matrimonio con cabeceros de madera artesonada o picnics en heras con tractor de fondo no podrán publicarse en el perfil y su intento supondrá una amonestación grave con riesgo de perder la cuenta. “Esto es como lo de permitir el porno en Twitter. No haces nada y para cuando te quieres dar cuenta han desaparecido las fotos del Taj Mahal, de la playas de Phuket y de la pose haciendo autostop en la Ruta 66 y ya solo te topas con stories de braseros, tapetes de ganchillo y viejas sentadas a la fresca”, explica Adam Mosseri, CEO de Instagram.

La medida ha sentado especialmente mal a un grupo de turistas de Bali que no está pudiendo subir las fotos de sus vacaciones en Sotillo de la Rivera.

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