La longitud del miembro viril humano, en reposo, ha crecido 0,000000000000005 micras desde que los plásticos empezaron a usarse de manera industrial hace 200 años. “He demostrado la relación entre la ingesta de microplásticos y tamaña mutación”, explica jadeante el biólogo Francisco Linabo. Su estudio está financiado por la Asociación Internacional de Fabricantes de Botellitas con Tapones que te Arañan la Tocha. Asociación que, según la periodista Rosa Bueso, es un “títere del lobby de los fabricantes de plásticos derivados del petróleo”. A Linabo las acusaciones de Bueso le resbalan “como gotas de sangre sobre un catsuit de vinilo”. Insiste en que “al menos el 5%” de las partículas ingeridas por los humanos acaban en diversas partes del pene.

Lo que no mata engorda

La socióloga María Pilar del Sesgo denuncia que el estudio presentado por Linabo adolece de “una falta total de rigor”. Para del Sesgo, el hecho de que sólo se hayan tomado medidas de quince penes en todo el planeta (catorce de ellos pertenecientes a personas fallecidas entre 1820 y 2020 más el miembro de Linabo) resulta sospechoso. “Linabo bien podría haber exagerado sus propias dimensiones. Además, no ha aportado los datos de la procedencia geográfica”, murmura del Sesgo que no quiere entrar en la “nula perspectiva de género” que presenta Linabo. Rosa Bueso cree que a medida que se deterioren las condiciones de vida aparecerán más informes que hagan “de la necedad virtud” porque la gente necesita esperanza.

“¡Pues claro, la fama se llevan los microplásticos de las heces y la enfermedad inflamatoria intestinal!”, clama Linabo que prepara una gira por pescaderías de toda España y otro estudio para confirmar su hipótesis de que la ingesta moderada de metales pesados prolonga la duración de las erecciones.

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