El cuerpo celeste 2024 JV33 detectado por el Radar del Sistema Solar Goldstone de la NASA “es un aperitivo, al parecer salado sin tostar, de 300 metros de largo y casi 600 de anchura”. Lo susurra una fuente interna de la agencia espacial norteamericana, que prefiere mantenerse en la semi oscuridad de un parking, propinando equívocos lametones a una piruleta porque “ya no se puede fumar en estos sitios y tampoco era plan de quedar en una terraza por lo del anonimato y eso, ¿no? ¡Y ahora quieren prohibir fumar en las terrazas!”. Catalogado como “potencialmente peligroso” por la NASA, el cuerpo celeste puede ser la avanzadilla de un ataque alienígena que no distinguirá entre adictos o alérgicos al gluten.

Llevadme ante vuestro Arguiñano

El astrónomo Rudolph Heers, que dirige el Paperalbalhelm Institut en Sajonia-Treviño ha dirigido sus “aparatos de detección” más allá del asteroide. Tras el cacahuete, señala, se aproximan objetos gigantescos con formas de torrezno, ensaladera rusa, sopera con un cazo en órbita elíptica, y un cuarto trasero de cordero bañado en antimateria. Cierra el desfile un descomunal “objeto platanoide” emitiendo una extraña señal de radio que “se acopla con el satisfyer de mi madre, lo que le resulta muy molesto”. Marga Laxias se encarga en la Agencia Espacial Europea de prestar atención a las posibles amenazas desde el espacio exterior y cree que “la situación es potencialmente catastrófica”. A expensas de comprobar la veracidad de lo indicado por Heers, admite Laxias, puede que la culpa la tengamos nosotros.

La hipótesis de Laxias es que la continua emisión de programas y vídeos de temática gastronómica al espacio habría provocado la reacción de una civilización más avanzada que, especialmente alarmada por espacios tipo MasterChef, habría decidido cancelar todas las reservas de golpe y porrazo.

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