Una vecina de Móstoles lleva varias semanas mustia con la esperanza de que alguien se dé cuenta y decida trasplantarla desinteresadamente a un piso más grande. Críspula (nombre ficticio, porque debe dinero a unos primos de Alcorcón) no entiende que a la aloe vera de su vecina de enfrente le funcione y ella, sin embargo, continúe viviendo en un apartamento de 32 m2 a pesar de evidenciar signos de estar mustiándose. La mujer ya ha comenzado a radicalizar su estrategia y de vez en cuando se desploma en el suelo enfrente del portal a ver si algún concejal de vivienda se da por aludido. “En cuanto a la aloe vera se le cae una hoja, ¡toma!, maceta nueva y más grande. Pero a las personas que nos jodan”, se queja la mujer.

Cero en botánica

Aunque Críspula se siente desencantada con el género humano, que discrimina positivamente a las plantas a pesar de pertenecer a una subdivisión taxonómica diferente, algunos ciudadanos sí han mostrado preocupación por su situación, aunque sus reacciones no han sido las esperadas por la mostoleña. “Cuando estoy tirada en el suelo, con las extremidades arrugadas y la piel macilenta, hay quien dice que me falta agua. A veces me vacían un balde encima, cosa que le viene fatal a mi reuma. Pero es peor cuando consideran que me falta luz, y me arrastran hasta un banco del parque donde pega la solana. En estos días de agosto de 40 grados lo he pasado fatal. La gente es idiota…”, apostilla la señora a quien ya se le han empezado a oscurecer las puntas.

Fuentes del ayuntamiento temen que un día la mujer mustia se desplome mal y se haga una avería. “Lo mismo al final hay que acabar metiéndola en un hoyo en el cementerio municipal y echarle tierra, que también es una cosa que se les hace mucho a las aloe vera”, comenta un técnico de movilidad.

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