El Comité Interdisciplinar de Psicología Orientada a Terapias Emergentes (CIPOTE) acaba de publicar su informe de 2024. En él se destaca que los impulsos agresivos, verbales y/o físicos, experimentados por el 90% de los seres humanos criados en “familias estructuradas” hacia padres, madres, hermanos y hermanas son fruto de una traumatización estándar. “Nos gusta publicarlo en estas entrañables fechas por motivos obvios”, advierte el psicólogo conductista Andrés Carmiento. En el estudio han participado más de 20.000 sujetos de la zona Euro. “Se pidió a 666.666 que firmaran el consentimiento para compliar sus datos y a los que no quisieron se les dio el alta por ratas”, abunda Carmiento.

La vamos a tener

Ana Karen Inarritu, educadora social del Centro León Tolstói de Investigaciones Sociológicas, cree que el estudio es “un bulo, una estafa, una mierda pichada en un palo como todo lo que nos contó el imbécil de mi padre sobre la existencia de una tía abuela forrada en Argentina cuya fortuna heredaríamos a su muerte. A la muerte de la tía, no de mi padre. Que tampoco me importaría…”. En su opinión, el hecho de que se emplee el término “familia estructurada” denota un sesgo conservador que no se compadece con los tiempos modernos. Andrés Carmiento niega la mayor pero no excluye que en el próximo estudio se admita como “estructuradas” a familias compuestas por un ser humano mayor de seis años, un teléfono inteligente y una conexión fiable a internet durante 12 horas al día.

La psiquiatra Margarita Perwäre cree que, en todo caso, lo mejor es aferrarse a los buenos momentos y “disfrutar retrospectivamente de que tus progenitores no te vendieran a una mafia, abusaran sexualmente de ti o te zurraran más de lo normal”. Como paliativo, recuerda, siempre está gritar a los niños y hacer que la rueda siga girando.

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