La Asociación de Autores y Autoras de Teatro reconoce la necesidad de generar un marco teórico y práctico mediante el cual se vertebren las excusas de las personas. Considera que el amateurismo a la hora de inventarse justificaciones ante terceros por haber o no haber hecho determinada cosa, “es algo valorable” pero insiste en la regulación y estandarización de las excusas generando unas normas de estilo homogéneas. Para la asociación, las excusas deben alcanzar un mínimo de calidad estilística, narrativa y formal, “ya desde la concepción de la idea”, con una presentación, un nudo y desenlace, que permita luego una interpretación que no se salga del decoro del personaje.

La batalla del relato

Dramaturgos y teóricos literarios están de acuerdo en que para captar la atención de la audiencia, sostener su interés y mantener la suspensión de incredulidad hace falta un narración sólida y bien estructurada que opere siempre dentro de los límites de la verosimilitud que marca la lógica interna del relato. Según la AAT, demasiado a menudo las excusas surgen sobre la marcha. “Como cuando dices por el móvil que estás saliendo ya de casa pero sigues en la cama porque se te ha olvidado que habías quedado para ir al monte. Llegar luego tarde y limitarse a decir que los autobuses están fatal demuestra una falta de respeto al espectador“, aclara Mamen Tirosilla, profesora de un taller de pretextos creativos.

“Tampoco vale limitarse a decir que te han secuestrado unos terroristas. Primero hay que informarse sobre qué células insurgentes operan ahora mismo en el mundo, tipologías de armas que utilizan, metodologías plausibles para zafarse de una cuerda anudada a tu cuerpo o disciplinas marciales para neutralizar a un enemigo entrenado militarmente”, concluye Tirosilla.

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