Según el último Tecnoturrómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) cada vez más abonados “sospechan mazo” si escuchan al otro lado de la línea una voz “demasiado humana”. Decenios atendiendo llamadas intempestivas a la hora de la siesta, voces apresuradas que piden datos personales o sufriendo parrafadas desde números desconocidos que prometen el oro, el moro y un empleo fijo, han hecho que los usuarios desarrollen un sexto sentido para olerse el sablazo. El psicólogo Andrés Tafas cree que el reciente uso de Inteligencia Artificial imitando voces humanas, acentos regionales incluidos, ha servido para aumentar una desconfianza que tardará en ser erradicada.

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Graciela Boral dirige la formación en Tele Galera. Esta subcontrata surte de teleoperadores a algunas de las mayores empresas de servicios de España: energéticas, bancos, aseguradoras, sicariato… Personas de todos los sexos y procedencias son sistemáticamente adiestradas para sonar como un robot. Para Boral, el tono que mejor funciona está entre una Alexa intoxicada, con chasquidos eléctricos, y el desprecio metalizado con que te anunciaba la cajetilla de tabaco una máquina en los años 90. Según los datos que maneja Andrés Tafas, si el usuario medio escucha una voz patentemente robótica deja de emplear expresiones habituales en interacciones con semejantes como “no llaméis más ya hijos de la gran puta, ponme con un superior tuyo o me vas a comer la Lista Robinson por detrás”.

Según Boral para entrar en Tele Galera se pide a los aspirantes interactuar con cualquier Inteligencia Artificial gratuita disponible y que ésta, en menos de dos horas, llegue a preguntar al humano: “¿Tienes datos actualizados de una tal Sarah Connor? Es para un amigo”.

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