Miles de ciudadanos se encuentran “aterrados y muy preocupados” ante las represalias de sus vecinos tras el final del Estado de Alarma. Temen que sus acciones del último medio año puedan ser contestadas de forma “asimétrica, rápida y dura” por otros residentes de su edificio amparándose en el cese de la legitimidad coercitiva que les otorgaba tácitamente el Real Decreto 926/2020.

Cambio de régimen

“Una vez impedí que entrara conmigo en el ascensor mi vecino del séptimo, que se había roto una pierna. Le dije que tenía miedo a contagiarme pero en realidad era una excusa porque ese hippy de mierda siempre me ha dado mucho asco. Ahora ni él tiene escayola ni yo justificación. Ya no salgo de casa…”, comenta Noemí Serable, residente en un barrio de Ferrol. “El portero del edificio me vio meterle una rata muerta en la garita para que no volviese a tocar la barandilla de la escalera sin aplicarse gel hidroalcohólico. No dijo nada porque la ley me amparaba. Pero ahora que vamos a entrar en un periodo de caos y anarquía no sé qué va a ser de mí”, declara, a su vez, Enrique Ostiatienes, vecino de la madrileña calle Núñez de Balboa, angustiado ante la posibilidad de que turbas vecinales le rapen el cabello en el portal acusándole de colaboracionista.

El Ministerio de Interior ha informado de que no puede garantizar la seguridad de todos los ciudadanos que teman ser objetivo de venganzas, desquites y desagravios. También augura que el futuro vacío de poder pueda generar luchas intestinas entre diferentes facciones de la “policía de balcón” que culminen durante la madrugada del 9 de mayo en lo que ya se ha bautizado como “la noche de los visillos largos”.

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